31.1.13

Exceso (Robin Myers)


Hay un mercado acá que vende todo:
delineador, papayas, rosarios, carne cruda,
plantas en sus macetas junto a otras
retorcidas en ramos.
No sé muy bien cómo lo toleramos.
Hace ya varios años, vi una puesta de sol  que duró horas;
o eso me pareció:
el resto de mi cuerpo acompañó a mis ojos
a mirar desde el techo
como si hubiera sido la primera vez.
Luego, en un viaje en micro por las montañas, todos
los que subían en cierta parada
trataban con apremio de venderte algo, casi siempre cebollas.
Ayer me desperté con una angustia
clavada al corazón igual que una mordida sobre un hombro,
y a la mañana fui al mercado
y compré una canasta para el pan.
Me parece que esto es lo que busca la memoria:
no en sí la permanencia,
sino una relevancia
permanente.
Lo dispar todo junto
y luego una canasta para el pan.

28.1.13

La propuesta de Ezra Pound (Robert Hass)


La belleza es sexual, y la sexualidad
es la fertilidad de la tierra, y la fertilidad
de la tierra es la economía. Aunque no es un gran consejero
en lo tocante a las finanzas para los poetas,  pensé en él
en el calor espeso de la noche de Bangkok.
No pasa los catorce, se te acerca
afuera del Hotel Shangri-la
y dice, en un inglés bastante convincente:
“¿Querés una fiestita, papi?”.
La cosa es más o menos
así: el Banco Mundial dispone el crédito y la represa inunda
trescientas aldeas, y los aldeanos
se van a la ciudad, donde sus hijas se funden con las calles pululantes,
y las grandes turbinas de la presa, construidas con primor en Lund
o Dresden o Detroit, financiadas
por los Lazeres Frères de París o por el Morgan Bank de Nueva York,
facilitadas por las juiciosas dádivas de Bechtel
de San Francisco o Halliburton
de Houston a la élite política local,
al girar con la fuerza del agua tumultuosa,
ahora son hervideros de plata reluciente
y, río abajo, pintan con el latido de su luz azulada
sus pómulos y su preciosa piel.

24.1.13

Enero en Iowa (Robert Hass)

En esas largas noches del invierno, los sueños del granjero son angostos.]
Entra en el surco, una y otra vez.

21.1.13

Nada que salvar (D. H. Lawrence)

No hay nada que salvar, está todo perdido,
salvo un pequeño núcleo de quietud dentro del corazón,
como si fuera el ojo de la violeta.

17.1.13

En la biblioteca (Charles Simic)


para Octavio

Hay un libro que se llama
Diccionario de los ángeles.
Hace ya cincuenta años
que nadie lo abre. Lo sé
porque cuando yo lo hice
crujió la tapa del libro
y unas hojas se soltaron.

De esa forma descubrí
que una vez fueron los ángeles
numerosos como moscas.
Al atardecer llenaban
tanto el cielo, que tenías
que espantarlos con los brazos.

Ahora el sol brilla a través
de los altos ventanales.
No hay ruido en la biblioteca.
Los ángeles y los dioses,
hacinados en sus libros
tenebrosos, sin abrir.
El gran secreto se encuentra
en uno de los estantes
por los que la señorita
Jones pasa a diario en sus rondas.

Es altísima, y ladea
la cabeza, como quien
se esfuerza por oír algo.
Los libros susurran cosas.
Yo no oigo nada. Ella sí.

14.1.13

Traductor invitado

GUILLERMO FERNÁNDEZ TRADUCE A EROS ALESI


QUERIDO PAPÁ



Tú que estás ahora en las pasturas celestes, en las pasturas terrenas, en las pasturas marinas.
Tú que estás ahora en las pasturas humanas. Tú que vibras en el aire. Tú que amas a tu hijo Alesi Eros.
Tú que has llorado por tu hijo. Tú que sigues su vida con tus vibraciones pasadas y presentes.
Tú que eres amado por tu hijo, Tú el único que estaba en él. Tú a quién llaman muerto, ceniza, mundicia.
Tú que eres mi sombra protectora.
Tú a quien amo en este momento y siento más cercano que cualquier cosa.
Tú que eres y serás la fotocopia de mi vida.
Que tenía 6-7 años cuando te veía Hermoso-fuerte-orgulloso-seguroarrogante, respetado y temido por los demás, que tenía 10-11 años cuando te miraba violento, ausente, malo, que te veía como un ogro, que te consideraba un Bastardo porque golpeabas a mi mamá.
que tenía 13-14 años cuando yo veía que veías perder tu papel.
que yo veía que veías el surgimiento de mi nuevo papel, del nuevo papel de mi madre.
que tenía 15 años y medio cuando yo veía que veías los litros de vino y las botellas de coñac que aumentaban espantosamente.
que yo veía que veías que tus miradas ya no eran hermosas-fuertesorgullosas, fieras, respetadas y temidas por los demás.
que yo veía que veías alejarse a mi madre, que yo veía que veías el inicio de un normal, dramático desmoronamiento.
que yo veía que veías los litros de vino y las botellas de coñac aumentando considerablemente.
que tenía 15 años y medio viendo que veías que yo escapaba de casa, que mi madre escapaba de casa.
que tú querías representar al Duro.
que no tuviste ninguno.
que te quedaste solo en una casa con dos cuartos, más servicios.
que los litros de vino y las botellas de coñac siguieron aumentando. que un día, que el día, en el cual viniste a sacarme de los separos secretos de Milán, vi que te veías solo. que tú querías a tu mujer o a tu hijo o a los dos en aquella casa con dos cuartos más servicios. que he visto que veías que estabas dispuesto a todo, con tal de recuperarnos.
que he visto que has visto tu mano tendida en señal de paz, de armisticio.
que he visto que has visto sobre tu mano un esputo.
que he visto que has visto tus ojos, lagrimeando soledad incrustada de sangre masoquista, punitiva.
que he visto que tú has visto el deseo de querer castigar tu vida.
que he visto que veías el deseo de no sufrir que he visto que veías los litros de vino y las botellas de coñac aumentando continuamente.
que he visto que veías en aquel periodo tu vida futura.
que supe que sabías que tu hijo era un drogadicto, que tu mujer esperaba un hijo de otro hombre (hijo que a ti no te quiso dar).
que he visto que veías pasar 3 años. que he visto que veías que el día 9-XII69 no viniste a verme al manicomio porque estabas muerto.
que ahora ves que veo que el primero eres tú. que juegas baraja con el descarte, haciéndote el descartado.
Pero jugando, igualmente, que ahora ves que veo que te adoro, que te amo desde lo más profundo del ser. que ahora ves que yo veo que mi madre se lamenta. ALESI FELICE PADRE DE EROS ALESI EROS
que ves que yo veo que he huido una vez más hacia la soledad.
que tú ves que yo veo sólo una gran, grandísima negrura, la misma negrura que yo veía que tú veías.
que seguirás mirando lo que veo.

10.1.13

Uno de Alberto Girri


EL TESTIGO


Con el rostro enlodado, en un rapto de furia celosa
levanto el acta de mi piel.
Esta piel mía, fantasmal y tensa,
que envejece sola.

Hay respuestas, condenas, hay nacimientos
y heridas de clavos que algo significan.
Mas ni eso, ni la elevación del cáliz encendido,
muerte y muerte del hombre por el hombre,
anuncian paz.
Como puede verse,
en el hospital terrestre las consignas son crueles,
y la más cruel, la más extensa,
ordena convertir el grito en injuria desolada.

Con todo, y sin los subterfugios usuales,
me confieso que estoy muerto. ¡Contento, Señor!
Pues me llevas como a un enfermo evangélico,
como a un paralítico
cuya sangre indecisa derramada en el camino
es un ojo indeciso y humeante.
Yo nada he substituido,
pues en rigor mi permanencia fue oscura.
Y luego,
cuando el paso y la caída esfumaron en verdad mi piel,
no pregunté si el infalible beso
fue de un ángel vengativo o de un simple loco.

He tratado de decir
que el occidente está enfermo de materia y de ironía.