Uno de César Vallejo
XXVIII
He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos, pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido.
Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir
de tales platos distantes esas cosas,
cuando habráse quebrado el propio hogar,
cuando no asoma ni madre a los labios.
Cómo iba yo a almorzar nonada.
A la mesa de un buen amigo he almorzado
con su padre recién llegado del mundo,
con sus canas tías que hablan
en tordillo retinte de porcelana,
bisbiseando por todos sus viudos alvéolos;
y con cubiertos francos de alegres tiroriros,
porque estánse en su casa. Así, ¡qué gracia!
Y me han dolido los cuchillos
de esta mesa en todo el paladar.
El yantar de estas mesas así, en que se prueba
amor ajeno en vez del propio amor,
torna tierra el bocado que no brinda la
MADRE,
hace golpe la dura deglución; el dulce,
hiel; aceite funéreo, el café.
Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,
y el sírvete materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.
He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos, pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido.
Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir
de tales platos distantes esas cosas,
cuando habráse quebrado el propio hogar,
cuando no asoma ni madre a los labios.
Cómo iba yo a almorzar nonada.
A la mesa de un buen amigo he almorzado
con su padre recién llegado del mundo,
con sus canas tías que hablan
en tordillo retinte de porcelana,
bisbiseando por todos sus viudos alvéolos;
y con cubiertos francos de alegres tiroriros,
porque estánse en su casa. Así, ¡qué gracia!
Y me han dolido los cuchillos
de esta mesa en todo el paladar.
El yantar de estas mesas así, en que se prueba
amor ajeno en vez del propio amor,
torna tierra el bocado que no brinda la
MADRE,
hace golpe la dura deglución; el dulce,
hiel; aceite funéreo, el café.
Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,
y el sírvete materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.
7 Comments:
Gracias por traer a Vallejo cuando de verdad se lo necesita. Un abrazo grande.
Yo mismo lo andaba necesitando. Abrazo grande para vos, Daniel.
que bueno leer este poema de mañana. ayer visité el blog y hoy he vuelto para releerlo. un saludo.
Hermoso.
Tremebundo poema de Vallejo. Muerte temprana y vasta, como de tantos otros escritores. Este poema lo hallé en una librería de la calle Corriente, dentro de una edición barata made in spain, con el amarillo apático de la consumación del tiempo. Versos que inmortalizan soledades, que transpira las secreciones de la angustia y el pathos. Un verso que no puedo quitarme, que se ha colado entre las hendiduras de la desmemoria cotidiana y resuena en ese escozor de lo rotundo: "Y me han dolido los cuchillos/ de esta mesa en todo el paladar." Saludos existenciales y gracias por retrotraerme a ese instante tan mío de degustación (porque un buen poema es como un buen vino, no sólo el aroma y la musicalidad de sus fragancias, sino el dejo, la propia certificación de lo bueno que marcha en los murales del paladar), a este instante tan universal.
Se me ocurre que Vallejo y Kafka son nombres que pueden emparentarse de muchos modos. Vallejo, en Trilce, nombra occidente pero con "x" como dejando caer la herrumbre, el orín del hierro que tiene que ver con la corroída racionalidad de esa gran maquinaria de exterminio que es, precisamente, el occidente.
En sus poemas trilceanos Vallejo coloca la lengua en perpetuo desequilibrio (el único modo de enfrentar la racionalidad instrumental. La hace delirar para enfrentar esa racionalidad).
Cómo iba yo a almorzar nonada.
PUTA MARE ÉSTE ES EL POEMA QUE MÁS ME PROYECTÓ SIEMPRE DEL VATE
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