3.10.11

El tiempo por venir (Mark Strand)

I

Nadie lo ve ocurrir, pero la arquitectura de nuestro tiempo está
pasando a ser la arquitectura del tiempo por venir. Y el brillo

deslumbrante de la luz sobre las aguas es poca cosa al lado de los cambios
que allí se han operado, como nuestros caprichos no significan

nada frente al impulso sostenido de las cosas por trasponer sus límites.
Nadie es capaz de detener el flujo, pero nadie tampoco es capaz de iniciarlo.

El tiempo huye; nuestras aflicciones no se transforman en poemas,
y lo invisible permanece así. El deseo ha escapado,

dejando sólo un rastro de perfume tras de sí,
tanta gente que amábamos se ha ido,

y no hay voces que lleguen del espacio exterior, de los pliegues
del polvo y las alfombras del viento para anunciarnos que

así se suponía que ocurriera, que si sólo supiésemos
cuánto perdurarían las ruinas no osaríamos quejarnos.


II

La perfección es impensable para la gente que es como nosotros,
así que, ¿con qué fin darle tan duro al viejo yo, cuando el paisaje

nos ha abierto los brazos y ofrecido santuarios maravillosos para congregarnos
en tropel? Los moteles buenísimos del oeste nos esperan,

en el jardín de alguien un perro inmaculado alberga la esperanza de que pasemos
con el auto, y los que flotan en el lago, que parece de goma, nos van a saludar

con la mano. Puesto que la autopista llega hasta nuestra puerta, vayámonos
antes que el mundo de ahí afuera se queme y se consuma. La vida debería

ser algo más que el peso del cuerpo que se arrastra de una habitación a otra.
Nos va a hacer bien desviarnos por el bosque, también dar una vuelta

por las granjas. Sólo pensá en los pollos pavoneándose,
en las vacas meciendo sus ubres y espantando las moscas con la cola.

Y uno podría imaginarse prismas de la luz del verano haciéndose pedazos
contra el callado sueño encandilado del granjero y su esposa.

III

La historia podría haber sido distinta, lo que se suponía que iba a suceder
en vez de lo que sucedió. Vivir así,

con la esperanza de poder revisar lo que resultó falso o se volvió ilegible,
no era lo que queríamos. Creer que la historia que buscábamos

habría sido como un día en el oeste, en el que todo
está incansablemente presente –las montañas que proyectan su larga sombra

sobre el valle donde el viento canta su canción circular
y responden los árboles con un seco batir de hojas– fue demasiado

ingenuo, es indudable, y poco previsor. Porque pronto las hojas,
luego de ennegrecerse, se caerían, y la nieve que anula

posaría su almohada encima del camino, y nosotros, con palas en las manos,
habríamos de encontrarnos, inclinarnos y limpiar la vereda. ¿Qué más

nos quedaría a esta altura del día sino el deseo de reparar el daño
y comenzar de nuevo, la compasión del sol mientras desaparece?

1 Comments:

Blogger Barna said...

Excelente triptico Zaiden; me hiciste ir a buscar el original e interesarme por Strand.

Me gusta tambien la traduccion, aunque mi juicio al respecto no valga gran cosa.

7:41 a. m.  

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