Hasta que la muerte los separe (Amy Benoit)
Después de convertirte de un momento
a otro en un extraño, te paraste
súbitamente de la silla y fuiste
al dormitorio, con apuro, a hacer
en nervioso silencio la valija
que te iba a acompañar cuando te fueras
a dormir por un tiempo en el sofá
o en el cuarto de huéspedes de alguien.
Mientras te oía desde el comedor
revolver el placard y los cajones
con tu silla vacía frente a mí,
me acordaba de nuestro casamiento:
demasiada atención reconcentrada
en un único punto; ambos borrachos,
sobrellevando el afectuoso asedio
de parientes, amigos e invitados,
cumpliendo uno por uno los rituales
que nos permitirían, tras la fiesta,
ir a dormir y ser al día siguiente
ligeramente iguales que antes. Pero
me acordé sobre todo de los votos
que formulamos ante el sacerdote,
y pensé en sus palabras, tantas veces
repetidas: “en la prosperidad
como en la adversidad, en la salud
como en la enfermedad”; y me acordé,
la vez que te operaron del apéndice,
que cuando te llevaban al quirófano
levantaste el pulgar y me sonreíste
confiado: esa confianza es nuestro amor
y acabás de quebrarla. “A quienes Dios
ha unido”, repetía el sacerdote,
“no los separe el hombre”, aunque también
dijo “hasta que la muerte los separe”,
y ahora no dudo que las almas son
al fin solteras en la eternidad.
a otro en un extraño, te paraste
súbitamente de la silla y fuiste
al dormitorio, con apuro, a hacer
en nervioso silencio la valija
que te iba a acompañar cuando te fueras
a dormir por un tiempo en el sofá
o en el cuarto de huéspedes de alguien.
Mientras te oía desde el comedor
revolver el placard y los cajones
con tu silla vacía frente a mí,
me acordaba de nuestro casamiento:
demasiada atención reconcentrada
en un único punto; ambos borrachos,
sobrellevando el afectuoso asedio
de parientes, amigos e invitados,
cumpliendo uno por uno los rituales
que nos permitirían, tras la fiesta,
ir a dormir y ser al día siguiente
ligeramente iguales que antes. Pero
me acordé sobre todo de los votos
que formulamos ante el sacerdote,
y pensé en sus palabras, tantas veces
repetidas: “en la prosperidad
como en la adversidad, en la salud
como en la enfermedad”; y me acordé,
la vez que te operaron del apéndice,
que cuando te llevaban al quirófano
levantaste el pulgar y me sonreíste
confiado: esa confianza es nuestro amor
y acabás de quebrarla. “A quienes Dios
ha unido”, repetía el sacerdote,
“no los separe el hombre”, aunque también
dijo “hasta que la muerte los separe”,
y ahora no dudo que las almas son
al fin solteras en la eternidad.
5 Comments:
Excelente poema! Pathos y al mismo tiempo humor, o esa forma algo pervertida del humor que es el sarcasmo. La traducción es impecable aunque lamento cómo se pierde, en el "solteras" del último verso, el matiz de "únicas" que da la palabra "single". También admito que no hay forma de evitar esa pérdida de matiz...
los tres ùltimos textos no tienen madre cabròn, vientos
:D que bueeeeeeeeeeeeenoooo!
qué cierto... muy buena versión, ezequiel. ¿quién es la poeta? ¿algún sitio donde se pueda leer el original?
saludos!
ok, seguiré buscando entonces. gracias!
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