Uno de Carlos Schilling
Comienza la canción del carnicero...
Comienza la canción del carnicero,
sin que nada la anuncie, sin que suenen
tambores o cornetas en los campos
de nadie, sólo arranca, como un grito,
como un ladrido, como una plegaria,
y la mejor manera de cantarla
es mantener la boca bien cerrada
si se pretende conservar la lengua
y no perder los dientes: Corto carne
con cuchilla/ y también los huesos corto,/
solo con mi puñal corto/ la vaca
que mejor chilla./ Negra sangre siempre
mana/ el caballo destripado,/ negra
y con gusto pesado,/ como el beso
de una hermana./ Que nadie con su voz
nombre/ el cadáver en la mesa,/ ni
pregunte cuánto pesa/ ya sin vísceras
un hombre. La canción encuentra siempre
su propia forma de seguir latiendo
más allá de sí misma, más allá
de mugidos, silbidos y chillidos,
cuando la voz del carnicero baja
y se vacía toda en el silencio,
como si preparara el escenario
para que sus cuchillos hablen solos
sobre el cuerpo de nadie: Ya sabemos
cortar hueso / y sabemos degollar;/
digan si quieren gozar/ más profundo
nuestro beso./ No somos uno ni
tres,/ no somos tan sólo brillos,/ no
somos simples cuchillos,/ somos tu
propio revés... Se dice que jamás
termina la canción del carnicero.
Comienza la canción del carnicero,
sin que nada la anuncie, sin que suenen
tambores o cornetas en los campos
de nadie, sólo arranca, como un grito,
como un ladrido, como una plegaria,
y la mejor manera de cantarla
es mantener la boca bien cerrada
si se pretende conservar la lengua
y no perder los dientes: Corto carne
con cuchilla/ y también los huesos corto,/
solo con mi puñal corto/ la vaca
que mejor chilla./ Negra sangre siempre
mana/ el caballo destripado,/ negra
y con gusto pesado,/ como el beso
de una hermana./ Que nadie con su voz
nombre/ el cadáver en la mesa,/ ni
pregunte cuánto pesa/ ya sin vísceras
un hombre. La canción encuentra siempre
su propia forma de seguir latiendo
más allá de sí misma, más allá
de mugidos, silbidos y chillidos,
cuando la voz del carnicero baja
y se vacía toda en el silencio,
como si preparara el escenario
para que sus cuchillos hablen solos
sobre el cuerpo de nadie: Ya sabemos
cortar hueso / y sabemos degollar;/
digan si quieren gozar/ más profundo
nuestro beso./ No somos uno ni
tres,/ no somos tan sólo brillos,/ no
somos simples cuchillos,/ somos tu
propio revés... Se dice que jamás
termina la canción del carnicero.
1 Comments:
"...el costillar se asa a la cruz
entre dos chapas contra el viento
un poco más allá, y mientras comemos entre risas
de a ratos se levanta alguno con su plato de madera
para volver con un pedazo del cordero..."
Domingo
A. Crotto
M.
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