La conversión de Magdaleno (Robin Myers)
Dios me ama. Pero no siempre fue así.
Cuando era joven, antes
de que se me empezaran a caer
una tras otra las extremidades
como hongos desprendiéndose de un árbol,
me odiaba tanto que ni siquiera existía.
Él no era nada, no estaba en ningún lado;
yo mismo no era ni siquiera eso.
Les chupaba la sangre a las mujeres,
envenenaba hombres, bebía los licores de la tierra.
Si Dios hubiera sido la tierra, me lo habría
bebido a él también.
Después vino la peste.
La carne, una corteza que se iba desprendiendo;
ya no sentía las extremidades.
La piel, como los restos de un incendio,
que hasta la propias llamas rechazaron.
Todo me rechazaba. Así, cuando yo mismo
me convencí de no desear ya nada,
acostado en el suelo boca abajo,
mientras me atragantaba de polvo,
Dios me habló desde la nada, y dijo:
“Ahora veo
que hay algo que
querés”.
Dios no era nada, pero yo lo había escuchado.
No era nada, e igual creía en él.
Si bien tenía las piernas chamuscadas,
me paré como pude.
Yo podría haber muerto
y él quiso que viviera.
Cuando hasta Dios no es nada, y nada, pero nada
te quiere, de algún modo
vos vivís.
Yo vivo acá sentado. Vivo elevando rezos
como rayos que estallan
en la tierra,
porque ahora mi cuerpo es como un árbol
quemado por un rayo.
Me ama. Cuando uno no ama nada,
y vive aun así,
eso es amor.
Cuando era joven, antes
de que se me empezaran a caer
una tras otra las extremidades
como hongos desprendiéndose de un árbol,
me odiaba tanto que ni siquiera existía.
Él no era nada, no estaba en ningún lado;
yo mismo no era ni siquiera eso.
Les chupaba la sangre a las mujeres,
envenenaba hombres, bebía los licores de la tierra.
Si Dios hubiera sido la tierra, me lo habría
bebido a él también.
Después vino la peste.
La carne, una corteza que se iba desprendiendo;
ya no sentía las extremidades.
La piel, como los restos de un incendio,
que hasta la propias llamas rechazaron.
Todo me rechazaba. Así, cuando yo mismo
me convencí de no desear ya nada,
acostado en el suelo boca abajo,
mientras me atragantaba de polvo,
Dios me habló desde la nada, y dijo:
“Ahora veo
que hay algo que
querés”.
Dios no era nada, pero yo lo había escuchado.
No era nada, e igual creía en él.
Si bien tenía las piernas chamuscadas,
me paré como pude.
Yo podría haber muerto
y él quiso que viviera.
Cuando hasta Dios no es nada, y nada, pero nada
te quiere, de algún modo
vos vivís.
Yo vivo acá sentado. Vivo elevando rezos
como rayos que estallan
en la tierra,
porque ahora mi cuerpo es como un árbol
quemado por un rayo.
Me ama. Cuando uno no ama nada,
y vive aun así,
eso es amor.
4 Comments:
zasssssssssssss
si tu objetivo es que uno esté madreadón todo el día lo estás logrando, vato
robin lo ha hecho de nuevo.
el comienzo es inolvidable.
"dios me ama. pero no siempre fue así".
ahora bien, si lo escribió en inglés (supongamoslo, aunque bien podría haberlo hecho en español porque lo domina perfecto), cómo justificar el sujeto poeta masculino? desde el título, ese pasmoso Magdaleno?
un placer enorme leerlos a ambos
Costa sin mar:
Muchas gracias. Me alegra que te guste.
Martín:
El poema es un monólogo dramático, puesto en boca de este lisiado a quien Robin conoció en Oaxaca, donde trabajó para una ONG.
Abrazos a ambos,
EZ.
lo mejor es la conclusión. qué bien!
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