Uno de Jorge Eduardo Eielson
CUATRO PARÁBOLAS DEL AMOR DIVINO
1
¿Cómo se llama Aquél? Su apellido es ser callado.
Y es fácil ser bueno y tibio como su mano. ¿Qué hace ahora,
por qué ama tanto la madera en que ha de morir un día,
por qué la talla siempre, oh carpintero, con ternura?
Todos besan su pie dorado, por debajo de sí, al amanecer.
Yo también lo he deseado para mi mal, debe ser suave
y acaudalado como la higuera en el estío.
Aunque su amor es el amor frugal, el que hace manso
y acogedor su misterio, deslumbrante su pobreza.
2
Este gozar en la sombra,
Dulce cuerpo que preguntas a tus manos
Por la luz. Este caerse velado
Por cualquier cosa, Señor.
Repartirse a las miradas y morir.
Este quedarse sin eco
Y en el viento límite del mar,
Unido a sus espumas con locura.
3
Mirad ese dedo Suyo que levanta la esperanza.
Afuera la oscuridad es un tenue fruto adormecido.
La taza de miel junto a la mejilla leve se ha posado.
La puerta cede a Él, se cierra destrozada.
El alféizar de nogal cae como un pájaro herido,
canta muerto. El cuarto queda enriquecido.
Los ojos se vuelven volcando la leche tibia
y la vela se apaga. Madre, ¿qué habrá pasado afuera
que está el sol ahora todo aquí adentro?
4
Es el ruido en que nos llegas,
El triunfo azul de tus pisadas,
Con los párpados cerrados. El bullicio
De los musgos al anochecer,
La visita que nos limpia para siempre.
Se te siente perecer bajo lo inútil,
Y la estrella de tu tez se multiplica
Por el polvo, y tu aspecto, de mar
En mar se transfigura.
1
¿Cómo se llama Aquél? Su apellido es ser callado.
Y es fácil ser bueno y tibio como su mano. ¿Qué hace ahora,
por qué ama tanto la madera en que ha de morir un día,
por qué la talla siempre, oh carpintero, con ternura?
Todos besan su pie dorado, por debajo de sí, al amanecer.
Yo también lo he deseado para mi mal, debe ser suave
y acaudalado como la higuera en el estío.
Aunque su amor es el amor frugal, el que hace manso
y acogedor su misterio, deslumbrante su pobreza.
2
Este gozar en la sombra,
Dulce cuerpo que preguntas a tus manos
Por la luz. Este caerse velado
Por cualquier cosa, Señor.
Repartirse a las miradas y morir.
Este quedarse sin eco
Y en el viento límite del mar,
Unido a sus espumas con locura.
3
Mirad ese dedo Suyo que levanta la esperanza.
Afuera la oscuridad es un tenue fruto adormecido.
La taza de miel junto a la mejilla leve se ha posado.
La puerta cede a Él, se cierra destrozada.
El alféizar de nogal cae como un pájaro herido,
canta muerto. El cuarto queda enriquecido.
Los ojos se vuelven volcando la leche tibia
y la vela se apaga. Madre, ¿qué habrá pasado afuera
que está el sol ahora todo aquí adentro?
4
Es el ruido en que nos llegas,
El triunfo azul de tus pisadas,
Con los párpados cerrados. El bullicio
De los musgos al anochecer,
La visita que nos limpia para siempre.
Se te siente perecer bajo lo inútil,
Y la estrella de tu tez se multiplica
Por el polvo, y tu aspecto, de mar
En mar se transfigura.
3 Comments:
hay un pequeño homenaje a Jorge Eduardo Eielson, entre blogueros
www.poesiaenformadepajaro.blogspot.com
Zaidenwerg ¿las traducciones son suyas? Es muy bueno su blog.
Sí, todas las traducciones son mías. Gracias por tu comentario.
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