30.7.12

Una postal desde el volcán (Wallace Stevens)

Los chicos que recojan nuestros huesos
nunca sabrán que fueron algún día
ágiles como zorros en el monte;

y que en otoño, tiempo en que las uvas
cargan aun más el aire con su olor,
respiraban la escarcha y eran seres.

Y menos aun sabrán que, con los huesos,
dejamos mucho más, como la forma
en que aún se ven las cosas, qué sentíamos

al verlas. Sobre la mansión cerrada
flotan primaverales nubes, más
allá de nuestra puerta, y el ventoso

cielo gime una culta desazón.
Hace tiempo sabemos que el aspecto
de la mansión y lo que acerca de ella

dijimos se hizo parte de lo que es…
Chicos trenzando aureolas incipientes,
dirán nuestras palabras sin saberlo,

dirán que el que vivió en esa mansión
dejó un fantasma que atraviesa inquieto
las paredes vacías. Una casa

sucia en un mundo destripado. Andrajos
de sombras con un dejo de blancura,
untadas con el rico oro del sol.