1.8.11

"Lo peor ya pasó" (Mark Strand)

Los parientes están inclinados sobre él, mirándolo expectantes.
Se humedecen los labios con la lengua. Me siento
exhortado por ellos. Alzo al bebé en el aire.
Montones de botellas rotas brillan al sol.

Una pequeña banda toca marchas antiguas.
Mi madre marca el ritmo con el pie.
Mi padre besa a una mujer que se la pasa saludando a otro
con la mano. Hay palmeras.

Salpican las colinas unos chivatos de color naranja,
y tras ellos se mueven unas nubes panzonas. “Dale, nene”,
oigo que alguien me dice, “Dale, nene”.
Yo me pregunto si se largará a llover.

El cielo se oscurece. Hay unos truenos.
“Quebrale las piernitas”, dice una de mis tías,
“Ahora dale un beso”. Hago lo que me dicen.
Los árboles se doblan en el sombrío viento tropical.

El bebé no gritó, pero recuerdo ese suspiro
cuando metí la mano buscando sus pulmones diminutos,
y me puse a agitarlos en el aire, para las moscas. Los parientes me vivaron.
Ya era el momento de que abandonara.

Ahora cuando atiendo el teléfono, encuentro sus labios
en el tubo; cuando duermo, su pelo enmarca
unas facciones familiares en la almohada; donde quiera que mire,
veo sus piecitos. Él es lo que queda de mi vida.