VII (Mark Strand)
Te podrías burlar del esplendor de la luz de la luna,
¿pero qué sería el corazón humano si deseara
sólo la oscuridad y no quisiera nada en esta tierra
sino la tinta de los mares o la negra sombra de las rocas?
Arrojarse una noche de verano hacia el vacío
plateado del aire y contemplar los campos pálidos
mientras descansan, bajo la mirada huraña de la luna,
quedarse demorado en lo profundo de la vista y preguntarse
cómo, en esta blancura, lo que amás está
más allá de la pena, y cómo en ese valle dilatado de tu mirada
crece la esperanza, y ahí, bajo el lejano
y apenas perceptible fuego de todas las estrellas,
sentirte despertar al cambio, como si tu cambio
fuera inmenso y figurara en los anhelos celestiales.
Y sin embargo, todo lo que querés es levantarte de la sombra
de vos mismo y ponerte al calor refrescante de una noche de verano
cuando brilla la luna y hasta la tierra misma
está cubierta y en silencio en su sueño de piedra.
¿pero qué sería el corazón humano si deseara
sólo la oscuridad y no quisiera nada en esta tierra
sino la tinta de los mares o la negra sombra de las rocas?
Arrojarse una noche de verano hacia el vacío
plateado del aire y contemplar los campos pálidos
mientras descansan, bajo la mirada huraña de la luna,
quedarse demorado en lo profundo de la vista y preguntarse
cómo, en esta blancura, lo que amás está
más allá de la pena, y cómo en ese valle dilatado de tu mirada
crece la esperanza, y ahí, bajo el lejano
y apenas perceptible fuego de todas las estrellas,
sentirte despertar al cambio, como si tu cambio
fuera inmenso y figurara en los anhelos celestiales.
Y sin embargo, todo lo que querés es levantarte de la sombra
de vos mismo y ponerte al calor refrescante de una noche de verano
cuando brilla la luna y hasta la tierra misma
está cubierta y en silencio en su sueño de piedra.
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