Informe de la reunión (Weldon Kees)
Tras quitarse el abrigo y el sombrero, los hombres
de ciencia se subieron a un estrado antiséptico.
Un león desdentado padecía en su jaula,
sin prestar atención. Los hombres se sentaron.
Uno, con un jadeo, hizo su introducción,
se paró y se ajustó a la nariz los lentes,
y dijo al auditorio –antes de irse de tema–
que el Elixir Vital estaba ya a su alcance.
“Los hemos convocado a esta reunión de hoy
para que vean cómo este león añoso
bebe Elixir Vital. Y luego, al pasar, dijo:
“Tiene un sabor amargo”. Luego empezó a contarles
cómo durante años habían vertido líquidos
en tanques, estudiado esperma, sangre, esputo,
los reflejos, el ritmo cardíaco y los gérmenes;
inventado confusos laberintos, en donde
las ratas tenían éxito o se volvían locas;
llevado a cabo pruebas con cerebros de alondras;
llenado sus cuadernos de perplejos apuntes,
y drogado con cocaína a monos mogólicos.
“Transcurrieron los años de estudio sin descanso,
buscando el Elixir que otorgara la vida
eterna a hombres y bestias; y en primavera, al fin,
fuimos recompensados con el éxito”, dijo.
Así dio fin a su presentación. Aplausos.
Los científicos luego entraron en la jaula
y dieron de beber al animal vencido
por la edad (le limaron las garras, sin embargo).
El león, tras probar el remedio los vio
salir con tolerante desdén, soltó un bostezo,
sacudió la melena, hizo un gesto enojado,
cabeceó un par de veces y después se murió .
Hubo un silencio. Luego sonaron mil metrónomos
con violencia; se hizo borroso el aire; algunos
bufaron y se fueron; se rumoreó: “¡Qué engaño!”.
Molesta y confundida, la gente volvió a casa,
a hacer monografías sobre todas las fases
del asunto, armar gráficos y cuadros y proyectos;
cortaron al león, lo pusieron en ollas,
y después no salieron a la calle por días.
de ciencia se subieron a un estrado antiséptico.
Un león desdentado padecía en su jaula,
sin prestar atención. Los hombres se sentaron.
Uno, con un jadeo, hizo su introducción,
se paró y se ajustó a la nariz los lentes,
y dijo al auditorio –antes de irse de tema–
que el Elixir Vital estaba ya a su alcance.
“Los hemos convocado a esta reunión de hoy
para que vean cómo este león añoso
bebe Elixir Vital. Y luego, al pasar, dijo:
“Tiene un sabor amargo”. Luego empezó a contarles
cómo durante años habían vertido líquidos
en tanques, estudiado esperma, sangre, esputo,
los reflejos, el ritmo cardíaco y los gérmenes;
inventado confusos laberintos, en donde
las ratas tenían éxito o se volvían locas;
llevado a cabo pruebas con cerebros de alondras;
llenado sus cuadernos de perplejos apuntes,
y drogado con cocaína a monos mogólicos.
“Transcurrieron los años de estudio sin descanso,
buscando el Elixir que otorgara la vida
eterna a hombres y bestias; y en primavera, al fin,
fuimos recompensados con el éxito”, dijo.
Así dio fin a su presentación. Aplausos.
Los científicos luego entraron en la jaula
y dieron de beber al animal vencido
por la edad (le limaron las garras, sin embargo).
El león, tras probar el remedio los vio
salir con tolerante desdén, soltó un bostezo,
sacudió la melena, hizo un gesto enojado,
cabeceó un par de veces y después se murió .
Hubo un silencio. Luego sonaron mil metrónomos
con violencia; se hizo borroso el aire; algunos
bufaron y se fueron; se rumoreó: “¡Qué engaño!”.
Molesta y confundida, la gente volvió a casa,
a hacer monografías sobre todas las fases
del asunto, armar gráficos y cuadros y proyectos;
cortaron al león, lo pusieron en ollas,
y después no salieron a la calle por días.
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