29.3.12

El poder del poeta (Denise Levertov)

En taxi, desde Brooklyn a Queens,
un día gris de primavera. El conductor latino,
al preguntarle: ¿Es usted mexicano?, me responde
que no, que es de Uruguay, que es exiliado. Y yo le digo:
“El único uruguayo que conozco
es escritor; quizás a usted le suene el nombre:
se llama Mario Benedetti”.
Y saca las manos del volante
y se pone a agitarlas,
radiante de alegría: “¡Benedetti,
Mario Benedetti!”,
y su voz pareciera entonar un aleluya.
Dibujamos un ocho
perfecto en la autopista reluciente,
y luego nos alzamos en el aire, por encima del tráfico,
y cubrimos volando el resto del trayecto,
allá en el cielo azul,
¡azul, azul!

26.3.12

El mundo cerrado (Denise Levertov)

“Si los Órganos de la Percepción se cierran, los Objetos parecen cerrarse también”.
Blake, Jerusalem.



La serpiente doméstica sigue viviendo aquí
debajo del umbral
aunque durante meses no la he visto,
ni a ella ni a su prole, los que habrán de heredarla.

La luz y el viento actúan la pasión
y la resurrección todos los días,
pero tengo cerradas las persianas
y las puertas también.

Cuando, después de una sequía larga,
plata y oscuridad al fin corrieron
por los montes, la llama seca e indiferente
del ojo de mi mente parpadeó,
pero siguió encendida.

22.3.12

Una torta del día de los muertos (Denise Levertov)

Cada vez que abro un libro tuyo, madre,
me caen tus apuntes en la falda.
“Ábside: una abertura semicircular
o en forma de polígono,
por encima de un techo abovedado”,
dice una. Me acuerdo de las grietas
que había en tu cielorraso, culpa de un terremoto,
y que dejaste así. No es que en verdad hubieses elegido
dejarlo en ese estado. “No hay nada menos real
que el presente”, dijiste.

Cuando intento llorar y no me salen lágrimas,
se me contrae la garganta, igual
que se me contraían los pies cuando corría
inconsciente hacia el mar congelado, en la hora
de natación, cuando iba a visitar
a Nik al campamento de verano.
Lo que me duele no es sólo tu ausencia,
pálida y apagada, irrevocable,
sino saber íntimamente tus aspiraciones,
la profesora que llevabas dentro,
la artista que buscaba ser reconocida.

A los que no te conocieron,
tu esfuerzo inclaudicable por aprender
seguramente les parezca un triunfo;
para mí es algo muy conmovedor.
Yo sé bien cuán perpleja te sentías.
Yo sé que fui la única que supo
cuán sola te sentías.
La huerfanita flaca,
reservada, orgullosa, observadora,
irreverente aún a los noventa,
y sin embargo humilde.

“El forzar la consciencia”, subrayaste en Panofsky,
“es peor” (esta cita es de Castellio)
“que asesinar a un hombre con crueldad,
porque negar las propias convicciones
destruye el alma”.
Y dice Bruno:
“La época en que a mí me ha tocado vivir,
en la que vivo y viviré, me hace temblar y tambalear
y a la vez me sostiene”.

Cinco meses
antes de que murieras, me recordaste las canciones
que solías cantarme para que yo aprendiera
a contar, o las veces que bailábamos
al son de tus canciones;
bajo la luna, alegremente, cantabas y hacías mímica:

Tengo muy sucios los zapatos,
y ya no tienen casi suela,
y yo no tengo ni un bolsillo
para meter una moneda.

Una torta del día de los muertos,
señora, por favor,
una torta del día de los muertos.

Y sin embargo, en esa época,
hacía dos años que casi no me escuchabas
y que apenas veías para leer.

Cada vez nos hablábamos
menos.

La pena es mucha. Madre,
¿qué hago con ella?
La sal sigue moliéndose en la cajita mágica.

19.3.12

Salmo (George Oppen)

En la belleza mínima del bosque,
los ciervos se recuestan––
¡Están ahí!

Sus ojos
sin esfuerzo, los labios
suaves hocican y los dientes
minúsculos y ajenos
mordisquean la hierba.

Las raíces
les cuelgan de la boca,
desparramando tierra
en el extraño bosque.
Son quienes son.

Sus senderos
abiertos con los dientes por los campos,
las hojas que les hacen sombra
cuelgan en las distancias
del sol.

Los sustantivos más pequeños
proclaman su fe en esto, que les causa
sobresalto a los ciervos, y hace que miren fijo.

15.3.12

Traductor invitado

SAMUEL BECKETT TRADUCE A RAMÓN LÓPEZ VELARDE


THE MALEFIC RETURN

Better not go back to the village,
to the ruined Eden lying silent
in the devastation of the shrapnel.

Even to the mutilated ash-trees,
dignataries of the swelling dome,
the lamentations must be borne of
the tower riddled in the slinging winds.

And on the chalk of all
the ghostly hamlet’s walls
the fusillade engraved
black and baneful maps,
whereon the prodigal son might trace,
returning to his threshold,
in a malefic nightfall,
by a wick’s petrol light,
his hopes destroyed.

When the clumsy mildewed key
Turns the creaking lock,
In the ancient
cloistered porch
the two chaste gyps
medallions will unseal narcotic lids,
look at each other and say: “Who is that?”

And I shall enter on intruding feet,
reach the fatidic court
where a well-curb broods
with a skin pail dripping
its categoric drop
like a sad refrain.

If the tonic, gay, inexorable sun
makes the catechumen fountains boil
in which my chronic dream was wont to bathe;
if the ants toil;
if on the roof the crawy call resounds
and grows aweary of the turtle-doves
and in the cobwebs murmurs on and on;
my thirst to love will then be like a ring
imbedded in the slabstone of a tomb.

The new swallows, renewing
with their new potter beaks
the early nests;
beneath the signal opal
of monachal eventides
the cry of calves newly calved
for the forbidden exuberant udder
of the cud-chewing Pharaonic cow
who awes her young;
belfry of new-aspiring peal;
renovated altars;
loving love
of well-paired pairs;
betrothals of young
humble girls, like humble kales;
some young lady
singing on some piano
some old song;
the policeman’s whistle…
…and a profound reactionary sorrow.

12.3.12

Copa (Kay Ryan)

Si llueve demasiado,
los árboles se aflojan.
En las colinas, robles gigantescos
se postran de rodillas.
Es posible tocar algunas partes
que nos están vedadas,
a las que solamente deberían
ir volando los pájaros.

8.3.12

Del desastre (George Oppen)

El aire, a fin de cuentas,
no es más que luz desnuda donde deben hallarse
los objetos valiosos de la lírica. Del desastre,

el naufragio, las familias huyeron arrastrándose
hacia los conventillos, y allí

sobrevivieron, amparados en la moralidad
de la esperanza,

que, para los hijos,
deja su metafísica agotada
en pequeños jardines del hogar.

5.3.12

Uno de Eduardo MIlán

Quiero dejar claro que esto es completamente distinto
a lo que escribí antes. Halo, alas, aura, las que tenía
son otras. Yo sólo quiero que me quieran. Yo
sólo quiero ser un pelícano como mi padre, hijo de pelícanos.
Quiero hacer una escalera peldaño por peldaño. Yo quiero
tener el derecho a decir yo quiero y estar en paz, tú al Tíbet,
ganar el Ganges, delfín en circulación. Yo sólo quiero
hace un daño mínimo en el centro de la civilización.
Pelícanos: peldaños, iconos.

1.3.12

Desilusión de las diez en punto (Wallace Stevens)

En las casas hay fantasmas
que usan camisones blancos.
Ninguno es verde, ni púrpura
con anillos color verde,
ni tampoco color verde
con anillos amarillos,
ni amarillo con anillos
azules. Ninguno es raro,
con zoquetitos de encaje
y cinturones con cuentas.
La gente no soñará
con mandriles y con bígaros.
Sólo un marinero viejo
con las botas puestas duerme
la mona y captura tigres
mientras hace un tiempo rojo.