28.1.10

Magdaleno en movimiento (Robin Myers)

A pesar de que tiene solamente una pierna,
un brazo que termina en la mitad
de aquello que promete y una mano
cuya ambición se quedó trunca en los nudillos,
casi nunca está quieto: usando de muletas
los codos, se levanta de su silla;
y alzando todo el peso de su torso
sube cada escalón de una escalera
y se vuelve a sentar. Así, debe elevarse antes
de posarse otra vez: a fin de cuentas
es obediente de la gravedad, aunque le cause sufrimiento. Come.
Agarra el vaso entre el brazo inconcluso
y la mano que ahora es un puño para siempre,
y limpia el plato con el pan. Su boca
es inquieta y severa. Se abre. Aguarda.

Yo antes solía pensar que el cuerpo no podía
sino ser un vehículo para su movimiento, o viceversa.
Me parecía que esta indistinción no era solamente lo que pone
en movimiento la muñeca de la bailarina
como una cinta sobre su cabeza,
sino lo que nos hace creer que esto es así.
Y sin embargo, Magdaleno sabe que somos gesto y nunca gracia,
sino función. Se quita el sombrero y se seca el sudor valiéndose del miembro
que ha improvisado con lo que ya no lo es,
los músculos tirantes más a fuerza de empeño que de músculo,
con la insistencia de la utilidad que las cosas debieran de tener–
y tienen, en efecto: con sus manos sin manos,
que siguen a la búsqueda de algo, empujando, agarrando,
romas sus puntas por la fuerza misma
de su propia intención.

25.1.10

Nuestros cuerpos (Denise Levertov)

Nuestros cuerpos, aún jóvenes,
bajo la agitación que plasman
nuestras caras, y a su modo inocente,

más expresivos que las propias caras:
los dos pezones, el ombligo, el vello púbico,
forman de todos modos

una especie de cara: o tomemos, si no,
las sombras redondeadas de
los pechos, las nalgas o las bolas,

las redondeces de mi abdomen,
el hueco de tu ingle,
como si fuera una constelación,

la forma en que se inclina desde la tierra
al cielo con gesto juguetón

y lúcida piedad;

nada de esto podría suceder
en los ojos ni en la boca
nostálgica.
Yo tengo


una línea o un surco que me encanta
atraviesa
mi cuerpo del esternón a la
cintura. Habla de la
avidez, de la
distancia.

Tu espalda, que es tan larga,
ese color arena,
la forma en que los huesos se adivinan,

dicen lo mismo que diría un cielo
tras el atardecer, ya casi blanco,
sobre un espeso bosque

hacia el que vuelan cuervos.

21.1.10

La mejor de todas (Cat Power)

Hubo una época en que yo quería ser la mejor de todas,
y que no hubiera vientos ni cascadas que pudieran detenerme;
pero entonces llegó la inundación, e hizo polvo las hondas
estrellas de la noche.

Fundime y convertime en armadura negra,
y que no queden rastros de la gracia; solamente en tu honor.
Forzame a que me vaya al sur culpable.
Hacelos que me limpien un lugar en el pueblo,
para poner los fierros y los restos de mi cama,
porque estuve dormida. Reducime. Sujetame.
Y prepará el terreno para el desfile que vendrá.

Hubo una época en que yo quería ser la mejor de todas,
con dos puños de piedra, y un cerebro que pudiera explicar
todos los sentimientos. Reducime. Sujetame. Y prepará el terreno
para poner los fierros y los restos de mi cama,
porque estuve dormida, esperando el desfile que vendrá.

18.1.10

Aedh habla de la rosa en su corazón (W. B. Yeats)

Las cosas impropias y rotas, las cosas gastadas y viejas,
el llanto de un niño en la ruta, el chirriar de pesados carruajes,
y los pasos del labrador, chapoteando en el moho del invierno,
afean tu imagen que hace brotar una rosa en el fondo de mi corazón.

El mal de las cosas sin forma es tan grande que me es indecible;
quisiera construirlas de nuevo y sentarme en una loma aparte,
con la tierra y el cielo y el agua, rehechos cual cofre de oro
que guarde el sueño de tu imagen que hace brotar una rosa en el fondo de mi corazón. ]

14.1.10

Lo que queda (Mark Strand)

Me vacío de los nombres de los otros. Vacío mis bolsillos.
Vacío mis zapatos y los dejo al lado del camino.
Cuando se hace de noche atraso los relojes.
Abro el álbum de fotos familiares y me miro de chico.

¿De qué sirve? Las horas hicieron su trabajo.
Digo mi propio nombre. Me despido.
A las palabras se las lleva el viento, volando una tras otra.
Yo amo a mi mujer, pero quisiera que se fuera lejos.

Mis padres se levantan de sus tronos, y suben
a las lácteas estancias de las nubes. ¿Cómo voy a cantar?
El tiempo me revela lo que soy, y cambio y soy el mismo.
Me vacío de mi vida y aún me queda mi vida.

11.1.10

Uno de Jaime Gil de Biedma

PANDÉMICA Y CELESTE


Quam magnus numerus Libyssae arenae
..................................................................
aut quam sidera multa, cum tacet nox,
furtiuos hominum uident amores.

CATULO, VII

Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos de hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
Desnudo de cintura para abajo,
Hipócrita lector - mon semblable - mon frère!

Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos
a ser posible jóvenes:
Yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años!.

Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
- con cuatrocientos cuerpos diferentes -
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.

Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
Mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de hiedra coronados.
O aquel portal en Roma en vía del Babuino.
y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una
imagen rota,
de la langueur goutée a ce mal d'être deux.
Sin despreciar
- alegres como fiesta entre semana -
las experiencias de promiscuidad.

Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
Íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo,
su juventud, la mía,
- música de mi fondo -
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.

Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
- mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua, fugaz como un reflejo.

Sobre su piel borrosa,
Cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.

Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz. Los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.

7.1.10

Nostos (Louise Glück)

Había un manzano en el jardín:
esto debe haber sido
hace cuarenta años. Detrás,
sólo praderas. Ráfagas
de azafrán entre los pastos húmedos.
Me quedé contemplando esa ventana;
era a fines de abril. Flores
de primavera en el jardín
del vecino. Realmente, ¿cuántas veces ese árbol
dio flores en el día de mi cumpleaños,
el día exacto, ni
antes ni después? Sustitución
de lo inmutable
por lo cambiante, lo que evoluciona.
Sustitución de imágenes
por la tierra incesante.¿Qué
sé de este lugar,
del papel que cumplió este árbol tantas décadas?
Lo habrán creído un bonsai, mientras llegaban voces
de las canchas de tenis.
El campo. Olor de pastos altos, recién cortados.
Como se espera de un poeta lírico.
Observamos el mundo una vez sola, en la infancia.
Todo el resto es memoria.

4.1.10

La primavera y todo eso (William Carlos Williams)

Por el camino al hospital de contagiosos,
bajo las nubes en tropel, moteadas
de azul y que arrastrara el viento del
noreste –un viento frío. Más allá,
el despojo de campos grandes y lodosos,
ocres de hierba seca, erguida y en el suelo

charcos de agua estancada
el semillero de los altos árboles

A lo largo de todo el camino, la roja
y púrpura materia, bífida, en pie, materia
enramada de arbustos y arbolitos
con hojas muertas, ocres --por debajo,
las parras deshojadas.

En apariencia muerta, indolente,
aturdida, viene la primavera.

Todo ingresa desnudo al nuevo mundo,
con frío, sin que tenga otra seguridad
que la de haber entrado. Alrededor
el viento frío, familiar.

Ahora el pasto, mañana
el duro rizo de la hoja de zanahoria

Uno por uno los objetos se definen.
Todo se hace más rápido: claridad, el contorno de una hoja

Pero ahora la austera dignidad de
la entrada. Aun así, el cambio tan profundo
los encontró: enraizados,
se aferran por debajo y ya despiertan.




(Con Hernán Bravo Varela)