29.4.10

Transatlántico (Joseph Brodsky)

Los últimos veinte años fueron buenos
para prácticamente todo el mundo,
salvo para los muertos. O quizás
para ellos también. Quizá el mismísimo
Dios Todopoderoso se volvió
un poquito burgués, y ahora paga
con tarjeta. Porque de lo contrario
el transcurso del tiempo no tendría
sentido. Es lo que explica los recuerdos
y los valores, las deportaciones.
Tenemos la esperanza de no haber
gastado por completo a nuestra madre,
a nuestro padre o a ambos, o a un puñado
de amigos, por el hecho de que ya
no acosan nuestros sueños. Nuestros sueños,
igual que una ciudad, cuantos más años
cumplimos se hacen menos populosos.
Por eso mismo es que el descanso eterno
vuelve imposible toda reflexión.
Los últimos veinte años fueron buenos
para prácticamente todo el mundo:
se convirtieron en la vida eterna
para los muertos. Puede cuestionarse
su calidad, y no su duración.
A los muertos, podría suponerse,
no les molestaría para nada
quedarse sin hogar, pasar la noche
debajo de un portal, o contemplar
cómo retorna un submarino grávido
a su base de origen, luego de una
expedición por todo el mundo sin
haber exterminado toda vida
de la faz de la Tierra, y sin siquiera
una simple bandera para izar.

26.4.10

Epitafio a un centauro (Joseph Brodsky)

Decir que fue infeliz es decir demasiado
o demasiado poco, dependiendo del público.
Sin embargo su olor era odioso en exceso
y su galope era difícil de igualar.
Decía: Solamente quisieron construir
un monumento, pero algo se descarrió:
¿el útero? ¿la línea de producción? ¿acaso
la economía? Si no, a lo mejor la guerra
nunca tuvo lugar, y se hicieron amigos
del enemigo, y lo dejaron como está,
para representar ora la Intransigencia,
ora la Incompatibilidad, esas cosas
que no demuestran tanto cuán especial es uno
o sus virtudes, sino una probabilidad.
Durante muchos años, semejante a una nube,
vagó por olivares, sintiéndose asombrado
por esa cualidad de tener solamente
una pierna, la madre de la inmovilidad.
Aprendió la manera de mentirse a sí mismo,
e hizo de ella un arte, por falta de mejor
compañía, y también para poner a prueba
su cordura. Murió bastante joven, porque
su parte de animal resultó finalmente
ser menos duradera que su humanidad.

22.4.10

Un hombre joven, de viaje (Denise Levertov)

Le teme a la franqueza
de las mujeres, que le resulta atractiva,
pero que al acercarse a escuchar lo que dicen,
quizá le cause repulsión; o acaso ellas lo ignoren.
Esta mañana, tras el velo perezoso de la luz
del sol, hecho de miel pálida y clara,
que vertió la cuchara azul del cielo,
se reían y hablaban, mientras tomaban un café,
sobre sus desventuras, sus amantes, sus propios cuerpos,
y no se detuvieron cuando él
abandonó la sombra de interiores
para pisar la piedra, encantada y con vetas,
de la terraza y se sentó con ellas.

Si, de las tres, cualquiera hubiese estado sola,
seguramente la presencia de él la habría transformado,
él habría notado ese destello,
ese dejar de lado su propia soledad
para hacerle un espacio.
Las tres juntas parecen casi ciegas a él.

Más tarde, cuando ellas ya se han ido
a ver cómo se soplan las burbujas de vidrio
con precisión fantasmagórica,
él se toma una góndola, deja atrás los palazzos,
cuenta puentes. No es (piensa en algún lugar
oscuro de su mente, en una intersección
de dos canales poco transitados)
que quiera toda su atención:
eso me exigiría una respuesta
que nada me asegura que podré
dar. Ahí es cuando veo su libertad de criaturas,
la forma en que ellas pueden arrojarse hacia el día,
igual que como yo, que nado bien,
me arrojo a veces al mar desde una lancha:
y las envidio.

Si ellas se hubiesen detenido (piensa)
cuando yo me acerqué hasta donde estaban,
de haberse interrumpido para reconocerme
como un extraño, ¿yo me habría sentido
más excluido o menos? Su franqueza,
su amistad sin fisuras,
el sol como un encaje en sus cabellos,
las ropas coloridas de las tres,
su mirada amistosa pero sin piedad,
sin la piedad de la distancia… Cuando
me reciben, me pasan entre risas la leche,
entre risas y aun la confesión de sus propios problemas,
sobre los cuales hablan con tanta sencillez y libertad
que me da miedo.

La góndola atraviesa
como con un suspiro de triunfo el Gran Canal,
en toda su amplitud y resplandor,
las fachadas doradas, los vaporetti y su bullicio,
las palomas que vienen volando de la piazza.
Le paga al gondoliero silencioso,
a quien no tiene nada que decirle,
ni cómo convencerlo de que es una persona, y desembarca
y se va caminando hasta el hotel, a esperar otra vez
que vuelvan las mujeres, atraídas
por aquello que él teme.

19.4.10

Primer aniversario (Weldon Kees)

Después de que moriste, gente de otra ciudad
hizo rodar la caja negra que tenías puesta
hasta el gran ventanal. Fue entonces cuando el techo,
las paredes y el piso se agrandaron. La sala
se había vuelto monstruosa, de un tamaño excesivo.

A lo largo de aquella larga tarde, tan sólo
pudimos compartir el espacio. Desde ese
momento, únicamente conocimos el miedo.
Las ruedas vuelven a girar una vez más
y ya se va la caja con su forro de seda.
Y la sala se encoge, inmutable y desnuda.

15.4.10

Salmo de la ciudad (Denise Levertov)

Las matanzas prosiguen, el dolor y la desgracia
se perpetúan a cada segundo en la cadena de los genes,
deliberadamente se perpetran injusticias,
y el aire lleva el polvo de esperanzas frustradas,
y sin embargo, al respirar el vaho, al caminar
por las veredas apiñadas entre vidas deshechas,
los martillos neumáticos rugiendo con estrépito,
un estacionamiento al sol de mayo iluminado dolorosamente,
no vi detrás, sino por dentro, del dolor con sordina,
el polvillo en el viento, las horribles fachadas de hormigón, otra pena,
un resplandor como el que da el rocío, un hogar de piedad,
no oí detrás sino más bien por dentro, un sonido, un murmullo
que derivó en una sonrisa plácida.
Nada cambió, más bien todo fue revelado de forma diferente;
no que no hubiera horror, ni tampoco que no prosiguieran las matanzas,
tampoco que creyera que la desesperanza se fuera a terminar,
sino más bien que todo, como si fuera transparente,
nos revelaba una otredad sagrada, y que eso era la dicha.
He visto el paraíso en el polvo de la calle.

12.4.10

La buena vida (Mark Strand)

Estás parado junto a la ventana.
Afuera hay una nube de vidrio que parece un corazón.
Los suspiros del viento son como cuevas entre tus palabras.
Sos el fantasma en ese árbol de afuera.

La calle está en silencio.
El tiempo, de la misma manera en que el mañana y que tu vida,
parcialmente está acá, parcialmente en el aire.
No podés hacer nada.

La buena vida llega sin aviso:
erosiona los climas de la desesperación
y se presenta, a pie, de incógnito, sin ofrecerte nada,
y vos estás ahí.

8.4.10

Ab Ovo (Joseph Brodsky)

Debería existir algún idioma
que redujera la palabra “huevo”
a una simple O. El italiano,
naturalmente, es el que más se acerca,
con sus uova. Por eso es que Alighieri
lo creía el alimento más nutricio,
afición compartida con sopranos
y tenores, de torsos como peras
que encarnan, a la postre, la palabra
“ópera”. Y eso mismo se podría
decir de los románticos genuinos,
a saber, los poetas alemanes,
que empiezan cada verso de la misma
manera en que se empieza un desayuno;
o de los matemáticos, que se hacen
los gallitos también, mientras empollan
la regularidad del infinito,
cuyos inmaculados ceros nunca
jamás van a romper el cascarón.

5.4.10

Uno de Alfredo R. Placencia

CIEGO DIOS


Así te ves mejor, crucificado.
Bien quisieras herir, pero no puedes.
Quien acertó a ponerte en ese estado
no hizo cosa mejor. Que así te quedes.

Dices que quien tal hizo estaba ciego.
No lo digas; eso es un desatino.
¿Cómo es que dio con el camino luego,
si los ciegos no dan con el camino...?

Convén mejor en que ni ciego era,
ni fue la causa de tu afrenta suya.
¡Qué maldad, ni qué error, ni qué ceguera!
Tu amor lo quiso y la ceguera es tuya.

¡Cuánto tiempo hace ya, Ciego adorado,
que me llamas, y corro y nunca llego...!
Si es tan sólo el amor quien te ha cegado,
ciegúeme a mí también, quiero estar ciego.

1.4.10

Los dulces sueños están hechos de esto (Eurythmics)

Los dulces sueños están hechos de esto,
¿y quién soy yo para no estar de acuerdo?
Recorrí el mundo con sus siete mares,
y todo el mundo está buscando algo.

Alguna gente quiere usarte a vos,
algunos quieren que los uses a ellos;
otros quisieran abusar de vos
y otros quisieran que abusés de ellos.

Los dulces sueños están hechos de esto,
¿y quién soy yo para no estar de acuerdo?
Recorrí el mundo con sus siete mares,
y todo el mundo está buscando algo.