El poder del poeta (Denise Levertov)
En taxi, desde Brooklyn a Queens,
un día gris de primavera. El conductor latino,
al preguntarle: ¿Es usted mexicano?, me responde
que no, que es de Uruguay, que es exiliado. Y yo le digo:
“El único uruguayo que conozco
es escritor; quizás a usted le suene el nombre:
se llama Mario Benedetti”.
Y saca las manos del volante
y se pone a agitarlas,
radiante de alegría: “¡Benedetti,
Mario Benedetti!”,
y su voz pareciera entonar un aleluya.
Dibujamos un ocho
perfecto en la autopista reluciente,
y luego nos alzamos en el aire, por encima del tráfico,
y cubrimos volando el resto del trayecto,
allá en el cielo azul, ¡azul, azul!
un día gris de primavera. El conductor latino,
al preguntarle: ¿Es usted mexicano?, me responde
que no, que es de Uruguay, que es exiliado. Y yo le digo:
“El único uruguayo que conozco
es escritor; quizás a usted le suene el nombre:
se llama Mario Benedetti”.
Y saca las manos del volante
y se pone a agitarlas,
radiante de alegría: “¡Benedetti,
Mario Benedetti!”,
y su voz pareciera entonar un aleluya.
Dibujamos un ocho
perfecto en la autopista reluciente,
y luego nos alzamos en el aire, por encima del tráfico,
y cubrimos volando el resto del trayecto,
allá en el cielo azul, ¡azul, azul!
3 Comments:
Que bonito momento!
Pero no era que la lírica está muerta? Apenas se oye un bonito!
he hecho mi propia traducción de Couvre-feu de Éluard y estoy tan orgulloso que vengo aquí a ponerla:
TOQUE DE QUEDA
qué esperábais la puerta vigilada
qué esperábais nosotros encerrados
qué esperábais la calle cortada
qué esperábais la ciudad custodiada
qué esperábais ella tenía hambre
qué esperábais no teníamos armas
qué esperábais se había hecho de noche
qué esperábais follamos.
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