La propuesta de Ezra Pound (Robert Hass)
La belleza es sexual, y la sexualidad
es la fertilidad de la tierra, y la fertilidad
de la tierra es la economía. Aunque no es un gran consejero
en lo tocante a las finanzas para los poetas, pensé en él
en el calor espeso de la noche de Bangkok.
No pasa los catorce, se te acerca
afuera del Hotel Shangri-la
y dice, en un inglés bastante convincente:
“¿Querés una fiestita, papi?”.
La cosa es más o menos
así: el Banco Mundial dispone el crédito y la represa inunda
trescientas aldeas, y los aldeanos
se van a la ciudad, donde sus hijas se funden con las calles
pululantes,
y las grandes turbinas de la presa, construidas con primor
en Lund
o Dresden o Detroit, financiadas
por los Lazeres Frères de París o por el Morgan Bank de
Nueva York,
facilitadas por las juiciosas dádivas de Bechtel
de San Francisco o Halliburton
de Houston a la élite política local,
al girar con la fuerza del agua tumultuosa,
ahora son hervideros de plata reluciente
y, río abajo, pintan con el latido de su luz azulada
sus pómulos y su preciosa piel.
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