31.5.12

Tengo que manejar muchos kilómetros para decir este remate (Ben Lerner)



Tengo que manejar muchos kilómetros para decir este remate.
Tengo que manejar muchos kilómetros a la usanza moderna,

que es suicida, debajo de este cielo que exige correcciones. Esta noche
Orlando Duran se sacó de quicio. Se puso a untar todos los picaportes,
cerraduras y espejos de su departamento con gel espermicida.
Expulsar de repente aire de los pulmones

no es una vida hermosa a la usanza moderna. Más bien,
hay que aprender a manejar, a manejar
en el sentido más amplio de la palabra, en un sentido en el que quepan
cómodos otros cuatro sentidos. Esta noche, Orlando

Duran se pronunció a la usanza moderna,
se pronunció como un remate. ¿A esto se refería cuando habló de

“libertad negativa”, cuando dijo:
“el ruido del aplauso con una mano sola es un latido”?

28.5.12

Ésta soy yo (Caitlin Makhlouf)


Ésta soy yo, parada frente a ustedes, haciendo lo posible por llamarles la atención. No era yo, no obstante eso, la que hace unos segundos se quitaba toda la ropa y, a pesar del frío, en trance, levitando, hablando en lenguas, mientras giraba sin control el cuello, les recitaba la posología del esomeprazol. Bueno, era yo, pero en una versión sofisticada que ustedes, sin embargo, no sabrían apreciar. La que ven, parada ahora frente a ustedes, soy yo –o al menos una adaptación más tolerable. Miren: he aquí mi mano, con las uñas rojas, bajo los reflectores, convenientemente rodeada por un manto negro de oscuridad. Sostiene una galera. Al principio, pensé en tal vez sacar un conejo de adentro. O una rosa. Pero a ustedes las rosas los aburren. Otras cosas suscitan su entusiasmo: la sangre, por ejemplo, que es lo mismo, o casi, que las rosas. Pensé, luego, en yo misma emerger como una Venus de la galera, apenas ataviada con un sombrero mexicano. “Hola, soy Delores. O Diego. ¿O era The Ego, a secas? No me acuerdo”, les diría. “¿Qué importa el nombre, al fin?”. Pero la idea, desde el instante mismo en que empecé a concebirla, me aburrió. Y, aparte, al público hay que darle lo que pide, siempre. De modo que aquí está, de nuevo, mi mano en la galera. Lo que saca de su interior es medio cuerpo ­–el mío–, serruchado en un corte sagital. ¿A que no se esperaban ese viejo truco? Espero que sepan disculparme que entre la concurrencia no eligiera a alguien para asistirme. No se puede tener todo: la sangre y el serrucho, el conejo y la rosa. Y agradezcan que hay sangre. Aunque no mana. Forma un coágulo de rubí un poco hediondo. No se quejen, la sangre es como el queso: cuanto más huele, etcétera. Y he ahí mi corazón, que es como la mitad de un fruto insípido y rojo. Bueno, basta. Antes de irme voy a mostrarles una nueva gracia. Como quien anudando globos forma figuras –una flor, perros salchicha–, les voy a modelar con mis tendones y mis costillas algo que parece una lira o un arpa, pero casi no suena. Esperen, que les toco un rato una canción. Técnicamente, de hecho, se la canto a capella. Sean pacientes. Ya falta poco. Ahí viene mi montura: ésta soy yo, trepada al pony loco de la ansiedad. Colgada de sus crines.

24.5.12

Me hiciste, ¿y se descompondrá tu obra? (John Donne)

Me hiciste, ¿y se descompondrá tu obra?
Repárame, mi fin está cercano;
ya me alcanza la muerte con su mano
y mis placeres el ayer se cobra.
Mis ojos a mirar ya no se atreven,
el terror de la muerte me rodea
y mi trémula carne se estropea
por sus pecados, que al infierno mueven.
Sólo tú estás arriba, y me levanto
si dejas que te mire. Eso me alienta.
Pero el viejo enemigo aquel me tienta
y ni por una hora yo me aguanto.
Sea tu Gracia, al evitar mi yerro,
imán para mi corazón de hierro.

21.5.12

En mi época (Ben Lerner)



En mi época, sabíamos ahogarnos de forma verosímil,
renunciar a las siete reivindicaciones de flotabilidad del cuerpo. En mi época,
tenían capacidad de actuar nuestros perfumes, nuestros relojes agotados se quejaban de forma tan hermosa
que la causa empezaba a esparcir sus calorías

como chispas. Con gran ostentación, yo me empecé a quedar pelado. Con gran ostentación,
construí una puertita en mi puerta para perros. En mi época,
éramos hombres razonables. Incluso las mujeres y los chicos
eran hombres razonables. Y había una promesa de placer en todas las preguntas
que aplazábamos. Como una blusa, los crímenes más elegantes quedaban sin enmienda.

Ahora soy el único que sabe
la historia de las formas torvas
que tomaban a la luz invernal nuestras valencias. Oh pueblo mío ¿no

les horroriza cómo declinan estos verbos,
su gran ostentación, sus puertas de tamaños diferentes?

17.5.12

Uno de Gabriel Roel

EL ALBA 

Al inicio noviembre enciende el lila.
Nunca sabrenos quién pretende a quién:
si el jacarandá a las nubes.
Si la sombra al sueño.
Si el susto a los ramajes.

14.5.12

La rosa (Ben Lerner)


LA ROSA tiene un margen aserrado con minuciosidad, como un poema. Allí se acaba toda analogía. Es un proceso en vías de extinción. Al borde de la córnea y la esclerótica, sólo un instante de vacilación. Privada de visiones celestiales, y libre sin embargo de mayores castigos. En el sueño me dijo que se sentía bien. Igual que el polvo. ¿Con qué podemos comparar la analogía, sino con la hipermetropía? Esta alfombra es del mismo color que la migraña. Recordatorio personal: cambiá de vida. Supongo que las astas palmeadas que presentan los mamíferos ungulados han sido comparadas con candelabros con tanta frecuencia, que ni vale la pena que lo intente. Boludo, qué quilombo tenés en la cabeza. Él dice: “Cada vez que se describen pechos en un poema escrito por un hombre, a una mujer le hacen una mastectomía”. Le dije que esas cosas las decía para ganar un poco de credibilidad,  que es como la distancia pero con privilegios. Esto va dedicado a mi abuelita Oti, apócope de Otra, a quien no conocí. Esto va dedicado a mi abuela Rosita, que ya no se acordaba de su primer cáncer cuando se murió de tanto prepararse. Sus cenizas están en un estante en Cambridge. Esperando que alguien las disperse. Recordatorio personal: esto no lo publiques. Salvo los medio muertos y sus familias, toda la gente del asilo venía de las Indias.  Alfombras del color. Nosotros repartíamos música y morfina. Ella había seguido el dictado de su género noventa y cuatro años de manera admirable.  Pero el día que murió un pelotudo casi me choca con la bici. Se bajó y me pegó. Me cagó a piñas. Yo me puse a llorar. Igual que una mujer, me dijo él. Como si me estuviera dando fuerza.

10.5.12

Repetición (Kay Ryan)

Tratar de caminar
de la misma manera
hacia el mismo negocio
exige un equilibrio
como en la cuerda floja;
cada paso es distinto
del anterior, se arriesga
a abismos de planicie.
Un solo tropezón
y nada ocurrirá.
Pocos son los dispuestos
y aun menos los que triunfan.

7.5.12

Nos complace ofrecer un velador (Ben Lerner)

NOS COMPLACE OFRECER UN VELADOR que se prende y se apaga cuando uno aplaude, cuando uno aplaude con los ojos. Un velador que deja ver en la oscuridad, aunque sin estorbar la oscuridad. Un velador que da luz natural. Un velador que al aplaudir no deja de encenderse.

3.5.12

Traductor invitado

ALEJANDRO BEKES TRADUCE A FRANCESCO PETRARCA




SONETO 311 

El ruiseñor aquel, que se lamenta
por sus hijos tal vez, o por su amada,
y dulcemente el cielo, el campo alienta
con música piadosa y modulada,

me sabe acompañar toda la noche
y recordarme así mi duro sino;
que sólo sobre mí cae mi reproche:
no pensé que muriera lo divino.

¡Qué fácil, engañar a quien confía!
Los ojos en que el sol se complacía
¿quién pensó que se hicieran tierra oscura?

Nunca ya mi ventura me defienda
de que con vida y llanto esto comprenda:
nada aquí abajo nos deleita y dura.