La rosa (Ben Lerner)
LA
ROSA tiene un margen aserrado con minuciosidad, como un poema. Allí se acaba
toda analogía. Es un proceso en vías de extinción. Al borde de la córnea y la
esclerótica, sólo un instante de vacilación. Privada de visiones celestiales, y
libre sin embargo de mayores castigos. En el sueño me dijo que se sentía bien.
Igual que el polvo. ¿Con qué podemos comparar la analogía, sino con la
hipermetropía? Esta alfombra es del mismo color que la migraña. Recordatorio
personal: cambiá de vida. Supongo que las astas palmeadas que presentan los
mamíferos ungulados han sido comparadas con candelabros con tanta frecuencia,
que ni vale la pena que lo intente. Boludo, qué quilombo tenés en la cabeza. Él
dice: “Cada vez que se describen pechos en un poema escrito por un hombre, a una
mujer le hacen una mastectomía”. Le dije que esas cosas las decía para ganar un
poco de credibilidad, que es como la
distancia pero con privilegios. Esto va dedicado a mi abuelita Oti, apócope de
Otra, a quien no conocí. Esto va dedicado a mi abuela Rosita, que ya no se acordaba
de su primer cáncer cuando se murió de tanto prepararse. Sus cenizas están en un
estante en Cambridge. Esperando que alguien las disperse. Recordatorio personal:
esto no lo publiques. Salvo los medio muertos y sus familias, toda la gente del
asilo venía de las Indias. Alfombras del
color. Nosotros repartíamos música y morfina. Ella había seguido el dictado de
su género noventa y cuatro años de manera admirable. Pero el día que murió un pelotudo casi me
choca con la bici. Se bajó y me pegó. Me cagó a piñas. Yo me puse a llorar.
Igual que una mujer, me dijo él. Como si me estuviera dando fuerza.
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