3.5.12

Traductor invitado

ALEJANDRO BEKES TRADUCE A FRANCESCO PETRARCA




SONETO 311 

El ruiseñor aquel, que se lamenta
por sus hijos tal vez, o por su amada,
y dulcemente el cielo, el campo alienta
con música piadosa y modulada,

me sabe acompañar toda la noche
y recordarme así mi duro sino;
que sólo sobre mí cae mi reproche:
no pensé que muriera lo divino.

¡Qué fácil, engañar a quien confía!
Los ojos en que el sol se complacía
¿quién pensó que se hicieran tierra oscura?

Nunca ya mi ventura me defienda
de que con vida y llanto esto comprenda:
nada aquí abajo nos deleita y dura.