28.6.12

Globus hystericus (Caitlin Makhlouf)

Damas y caballeros, respetable público: me presento hoy ante ustedes no sólo con el fin algo mezquino de restregarles todo mi talento en el hocico, como a los cachorros a quienes una y otra vez sus amos intentan enseñarles etiqueta –y fracasan; de hecho, vengo a verlos con una oferta revolucionaria: se trata de una máquina que trueca, tras algunos chirridos trabajosos, la ansiedad en objetos materiales. Hay una salvedad, de todas formas: como el oráculo que, siempre oblicuo, dictaba su sentencia, este aparato es no figurativo. Por ejemplo, vos, rubiecita de la fila siete: la expresión de tu cara me permite ver qué clase de alquimia esperarías de mi dispositivo, a cambio de esa tensión que te carcome desde adentro: una choza a la sombra de un banano junto al cauce de un río rumoroso. (No, no me digas si acerté. No importa). El resultado, sin embargo, bien podría ser muy diferente: un Ford Edsel 57, con algunos rayones, pero en excelente estado amén de ese detalle. O una toga de satén transparente. Y otro ejemplo: vos, el hipocondríaco que está sentado en la primera fila, al borde del pánico, aferrado a la butaca, sé que querrías transformar el globo que late en tu garganta y que la oprime en un triunfante zepelín que surque un cielo de tormenta entre relámpagos de fuego –no, no te hagas ilusiones: más fácil que la máquina te entregue a cambio de tu evanescente síntoma una horma de queso antropomorfa; con o sin agujeros, es lo mismo –o quizá… No, esta vez no veo claro. En fin. Supongo que querrán saber, estimadísimos colegas, damas y caballeros del jurado, cómo funciona el artefacto. El mecanismo es un poco nostálgico, y se basa en correas, poleas y engranajes. Pero no se imaginen que lo impulsa un hámster con equipo de gimnasia, bandana y zapatillas futuristas, corriendo o pedaleando enloquecido y sudoroso. En su interior, en cambio, verán que hay un homúnculo sin rostro, inmóvil, en perturbadora calma, que adquirirá de a poco sus facciones y al fin acabará por reemplazarlos.

25.6.12

Hombre lobo (Fiona Apple)

Podría compararte a un hombre lobo, por cómo me dejaste ahí tirada y me diste por muerta. Admito, sin embargo, que la luna llena la puse yo. Podría compararte a un tiburón, por cómo me arrancaste la cabeza. Admito, sin embargo, que yo iba por ahí haciendo gala de mi herida abierta. Parecías un tipo tan copado hasta el momento en que me oliste. Éramos como un pozo para pedir deseos, y como un rayo de electricidad. Todavía podemos apoyarnos, lo único que hay que hacer es evitarse. No pasa nada grave si la canción termina para abajo. La lava del volcán emergió desde el fondo del océano. Las cosas siempre llevan a otra cosa, y vos me convertiste en una isla. Podría compararte a una sustancia química, por cómo me obligaste a componer un compuesto. Pero yo misma soy una sustancia química, y era algo inevitable que al final nos mezcláramos. Podría compararte con un montón de cosas, pero al final yo siempre entro en razones porque al final de cuentas soy sensata, conozco la ficción de los narcóticos. Parecías un tipo tan copado hasta el momento en que me oliste. Éramos como un pozo para pedir deseos, y como un rayo de electricidad. Todavía podemos apoyarnos, lo único que hay que hacer es evitarse. No pasa nada grave si la canción termina para abajo. No pasa nada grave si la canción termina para abajo.

21.6.12

Muy semejante a un móvil pero sin partes móviles (Ben Lerner)


Muy semejante a un móvil pero sin partes móviles,
mi instrumento que mide diferencias de potencial (en voltios)
es como un pájaro cantor en un poema en persa. No tengo la menor idea

de lo que estoy diciendo. Sólo sé
que me divierte un poco la retórica
del riesgo y del misterio. Imaginate que mi cuerpo es una

institución local. Imaginate que mi cuerpo es
un monocasco. Imaginá mi cuerpo
mientras los cirujanos sentenciosos de Wichita

aprestan sus plumines. Cuando los primeros estorninos empezaron a toser
sangre, la noche aplicó su cataplasma.  A los muertos austriacos
les emitió su pagaré la luna. Certificó un experto que tu hijo

era incapaz de hacer alguna boludez muy importante.
Y en el aire tu hijo certificó su nombre con un porro.

18.6.12

Traductor invitado

LEOPOLDO LUGONES TRADUCE A DANTE ALIGHIERI 



Es tan pura y gentil mi bien amada,
Que sólo al verla saludar cumplida,
Toda lengua enmudece estremecida,
Y no se atreve a alzarse la mirada.

Así pasa, sintiéndose alabada,
Benignamente de humildad vestida,
Y es cual luz milagrosa descendida
Para anunciar la celestial morada.

Muéstrase tan afable a quien la mira;
Y vierte tal dulzura en nuestro seno,
Que sólo quien la gusta la encarece.

Y entre sus labios palpitar parece
Un espíritu suave y de amor lleno,
Que va diciendo al ánima: suspira.

14.6.12

Traductor invitado

BEN CLARK TRADUCE A EDWARD THOMAS



EL BÚHO

Bajé por la ladera, con hambre pero no famélico;
con frío, aunque tenía en mí un calor que me protegía
del viento del norte; cansado, pero de un modo que
hacía que el descanso bajo cobijo pareciera lo más dulce.

Entonces, en la posada, me dieron comida, hoguera y descanso,
sabiendo lo hambriento, lo congelado y lo cansado que estaba.
La noche entera estaba cerrada salvo
por el ulular de un búho, un ulular de lo más melancólico.

No se agitaba, larga y clara sobre la colina,
ni una nota alegre, ni un motivo para la alegría,
salvo uno que me decía, con sencillez, de qué había escapado
y de qué no pudieron huir otros, aquella noche, al entrar yo.

Y se aderezó así mi comida, y así mi descanso,
se aderezó y se despejó, también, con la voz del pájaro
que hablaba por todos los que yacían bajo las estrellas,
los soldados y los pobres, que no podían alegrarse. 

11.6.12

Mi villanela la hizo una bizarra (Ariella Jenkins)

Mi villanela la hizo una bizarra
que soy yo, en una lengua incomprensible.
Estás muy lejos. Muero por [chicharra].

Entre ambos hay un monte. Arriba hay farra:
en la cima, una luz se hace visible.
Mi villanela la hizo una bizarra.

Si no durmiera, en esta yegua guarra
el viaje no sería tan terrible.
Estás muy lejos. Muero por [chicharra].

Traé el camión. (¡Qué pila de chatarra!).
Yo quiero un hombre, no un llorón risible.
Mi villanela la hizo una bizarra.

Sos muy débil. No llores. Me desgarra
tanta humedad (más húmedo, imposible).
Estás muy lejos. Muero por [chicharra].

¿Vas a cavar para plantar tu parra?
(Al menos, dejá un cheque transferible).
Mi villanela la hizo una bizarra.
Estás muy lejos. Muero por [chicharra].

7.6.12

Mi villanela es obra de la suerte (Ariella Jenkins)

Mi villanela es obra de la suerte:
la compuse dormida en mi caballo.
Estás muy lejos. Muero por cogerte.

Un camión casi logra darme muerte,
pero vivo. Venía como un rayo.
Mi villanela es obra de la suerte.

No me importa: aunque trates de esconderte
o de pedir ayuda en morse, te hallo.
Estás muy lejos. Muero por cogerte.

Con mi afán de besar, voy a extraerte
las amígdalas. (¡Ay, qué voz de gallo!).
Mi villanela es obra de la suerte.

Cuando te monte, intentarás moverte
como un potro. Aunque en vano: te avasallo.
Estás muy lejos. Muero por cogerte.

¿Qué esperabas? No quise repelerte,
pero tanta pasión no me la callo.
Mi villanela es obra de la suerte.
Estás muy lejos. Muero por cogerte.

4.6.12

¿De qué vengo a ser yo un antecedente? (Ben Lerner)


¿De qué vengo a ser yo un antecedente?
Me siento como un ruso al afeitarme,
y el último judío de Kansas cuando tomo.
Me recuesto en mi hamaca a tallar jeroglíficos.
Siento la enfermedad, que se propaga por mi cuerpo como una teoría,
y tomo un sorbo del daiquiri negro de la Muerte.

Querida, mi abstracción natural preferida es un árbol,
así que cada vez que veas uno en la autopista,
acordate del caso ablativo en que pongo
tu tilde. (Una guadaña de luna divide
la nube y el relato recupera su empuje vertical).
Oh, esbelta espádice que se proyecta de una estrecha espata,

sos más delgada que los espaguetis, pero no tanto como lo son los vermicellis.
Sos la primera y última Nintendo indígena.