Benditas estructuras, la rima, el argumento,
¿por qué no me son útiles ahora
que quiero construir algo
con la imaginación y no con la memoria?
Escucho el ruido de mi propia voz:
la vista del pintor no es una lente, y se estremece para acariciar la luz.
A veces, sin embargo, lo que escribo
con el raído arte de mi ojo
parece una instantánea,
morbosa, chabacana, agrupada, veloz,
ampliada de la vida,
aunque paralizada por los hechos.
Es una unión equivocada, todo.
¿Y por qué no decir lo que ha ocurrido?
Recemos por la gracia de aquella exactitud
que a la iluminación del sol le dio Vermeer,
haciéndola avanzar cual marea en un mapa,
sobre esa chica rígida a causa del anhelo.
No somos más que hechos pasajeros,
y eso mismo nos insta a darle a cada
figura de la foto un nombre vivo.