Uno de Óscar de Pablo
CANCIÓN SIN GANSOS
Blanca como un cuchillo en el pan negro, blanca como un cuchillo, la
cuidadora de gansos
heredó, en vez de gansos, un léxico semítico
para entonar apenas cancioncitas tontas
y dulces como gansos; pero no supo hacerlo, la
pobrecita muchacha, la
cuidadora de gansos.
Y en lugar de canciones plácidas como gansos, la
cuidadora de gansos
armó con ese blando diccionario heredado, dulce como un cuchillo sin apenas saberlo, una sangrienta saga siderúrgica, plural como tonante retahíla de pasos, como un tambor de estaño desbordando la acera, o una ensordecedora cabalgata
de multitud y dientes: pobrecita, blanca como un cuchillo en el pan negro, la
cuidadora de gansos.
Al oír el estruendo
de pasos, los soldados
acudieron corriendo a la muchacha, la
cuidadora de gansos
y al ver que no había gansos la tomaron
por un imperio hostil. Aspiraba a dormirse
como una almohada blanca, la
cuidadora de gansos, blanca como un cuchillo desnudo en el pan negro, pero la confundieron los sensibles
oídos militares
con una renegrida división de obuses.
Y entraron en su cuerpo diminuto
como en la capital de un imperio enemigo: Bruja. Bruja y puta judía, negra como un cuchillo
que untara en el pan negro una lengua de nata. Le rompieron los pómulos, las
calles. Bruja. Negra puta judía. Derrumbaron sus viejas sinagogas
y sus pobres caderas, sus rodillas de leche diminuta, de
cuidadora de gansos, negra negra, y desgarraron pechos y pendones. De su cuerpo menudo
de mujer, no quedó piedra viva sobre piedra.
Como no tenía gansos, la
cuidadora de gansos
no pudo esparcir plumas. Concentraron en ella el vuelo de las piedras
y ella no tuvo plumas, piedra piedra. Quería ser una almohada blanca como un cuchillo, y difundir su muerte, dulcemente, con el viento de Europa. Pero no tenía plumas, porque no tenía gansos, la
cuidadora de gansos. Para sus ratos libres, la
cuidadora de gansos
tenía un jardín de rosas, la
cuidadora de gansos
y Europa quedó sucia, pobrecita, y blanca con sus pétalos.
Blanca como un cuchillo en el pan negro, blanca como un cuchillo, la
cuidadora de gansos
heredó, en vez de gansos, un léxico semítico
para entonar apenas cancioncitas tontas
y dulces como gansos; pero no supo hacerlo, la
pobrecita muchacha, la
cuidadora de gansos.
Y en lugar de canciones plácidas como gansos, la
cuidadora de gansos
armó con ese blando diccionario heredado, dulce como un cuchillo sin apenas saberlo, una sangrienta saga siderúrgica, plural como tonante retahíla de pasos, como un tambor de estaño desbordando la acera, o una ensordecedora cabalgata
de multitud y dientes: pobrecita, blanca como un cuchillo en el pan negro, la
cuidadora de gansos.
Al oír el estruendo
de pasos, los soldados
acudieron corriendo a la muchacha, la
cuidadora de gansos
y al ver que no había gansos la tomaron
por un imperio hostil. Aspiraba a dormirse
como una almohada blanca, la
cuidadora de gansos, blanca como un cuchillo desnudo en el pan negro, pero la confundieron los sensibles
oídos militares
con una renegrida división de obuses.
Y entraron en su cuerpo diminuto
como en la capital de un imperio enemigo: Bruja. Bruja y puta judía, negra como un cuchillo
que untara en el pan negro una lengua de nata. Le rompieron los pómulos, las
calles. Bruja. Negra puta judía. Derrumbaron sus viejas sinagogas
y sus pobres caderas, sus rodillas de leche diminuta, de
cuidadora de gansos, negra negra, y desgarraron pechos y pendones. De su cuerpo menudo
de mujer, no quedó piedra viva sobre piedra.
Como no tenía gansos, la
cuidadora de gansos
no pudo esparcir plumas. Concentraron en ella el vuelo de las piedras
y ella no tuvo plumas, piedra piedra. Quería ser una almohada blanca como un cuchillo, y difundir su muerte, dulcemente, con el viento de Europa. Pero no tenía plumas, porque no tenía gansos, la
cuidadora de gansos. Para sus ratos libres, la
cuidadora de gansos
tenía un jardín de rosas, la
cuidadora de gansos
y Europa quedó sucia, pobrecita, y blanca con sus pétalos.