31.12.09

Insignificancia (Jim O'Rourke)

Sigo esperando una señal que explique
qué desenlace va a tener todo esto
y que se manifieste en el instante
en que pensaba que me fallaría,
que me iba a fallar una vez más
como un amigo que te necesita,
como una casa necesita un piso
para saber que se camina en ella,
para ver cómo es y qué se siente
aguardar a que vivan dentro de uno.

Sería fácil continuar así,
si no fuera por un inconveniente
que percibo debajo de mis quejas:
como una rueda necesita grasa
y es necesario que una planta sepa
que no es nada sin suelo, aun a pesar
de que en rigor está atrapada en él,
como migas de pan, como semillas
dentro del corazón de una manzana.

28.12.09

Lo tierno y lo podrido (Kay Ryan)

Lo tierno y lo podrido
comparten una orilla

y lo podrido es un
vecino hostil,
cuya iridiscencia
gana terreno sigilosamente.

Nada puede aprenderse
de esto, sin embargo.

Uno no es
dos países.
Uno no es una carne
corruptible.

Es importante amar
y ser sensible.

24.12.09

Romeo y Julieta (Dire Straits)

Romeo, enamorado, canta su serenata por las calles
dejando a todos muertos con su canción de amor,
llega a un poste de luz, y sale de la sombra
y dice algo así como: “Vos y yo, nena, ¿qué onda?”.

Julieta dice: “Ah, sos vos Romeo, qué susto que me diste”.
Él se queda debajo de su ventana, mientras ella le canta:
“¡Miren todos! Mi novio está de vuelta.
No deberías venir por estos pagos, a cantarle a la gente de esta forma.
De todos modos, ¿qué pensás hacer?”.

“Del primer día, Julieta, estuvimos jugando con los dados cargados,
y apuesto a que explotaste dentro mío,
y me olvido, me olvido, la canción de la película.
¿Cuándo te darás cuenta de que no era el momento?

Los dos atravesamos calles diferentes,
y ambas eran calles vergonzosas, sucias y miserables,
pero el sueño era el mismo. Y yo sueño tu sueño para vos
y ahora tu sueño se hizo realidad. ¿Cómo podés mirarme
como si fuera apenas otro de tus affaires?

Te pueden conquistar con cadenas de plata, y cadenas de oro
te pueden conquistar. Te pueden conquistar bellos desconocidos
y todas sus promesas. Me prometiste todo, me prometiste el mundo.
Y ahora sólo decís: ‘Ah, Romeo, me acuerdo,
hacíamos una escena juntos, en una época’.

Julieta, cuando hacíamos el amor, a veces vos llorabas,
y yo decía: ‘Te amo igual que las estrellas en el cielo,
te amaré hasta morir. Y hay un lugar que es nuestro,
conocés la canción de la película. ¿Cuándo te darás cuenta
de que no era el momento?

No puedo hablar como hablan en la tele,
no puedo componer una canción de amor como Dios manda:
yo no puedo hacer nada, pero por vos haría cualquier cosa;
yo no puedo hacer nada más que amarte.

Y todo lo que hago es extrañarte y extrañar lo que hacíamos,
y todo lo que hago es conservar el ritmo y las malas compañías,
y todo lo que hago es besarte a través de los compases
de una canción: Julieta, con vos yo subiría a las estrellas."

Romeo, enamorado, canta su serenata por las calles
dejando a todos muertos con su canción de amor,
llega a un poste de luz, y sale de la sombra
y dice algo así como: “Vos y yo, nena, ¿qué onda?”.

21.12.09

Lamento (Louise Glück)

Algo terrible está ocurriendo –mi amor
se está muriendo nuevamente, mi amor que ya murió:
murió y ya lo lloré. Y continúa la música,
la música de la separación: los árboles
se vuelven instrumentos.

Y la tierra es tan cruel, los sauces rielan,
e inclinando sus copas lloran los abedules.
Tan cruel, y tan profundamente tierna.

Mi amor se está muriendo, mi amor,
no solamente una persona, sino una idea, una vida.

¿Por qué voy a vivir?
¿Dónde voy a encontrarlo nuevamente,
sino en la pena, esa madera oscura
de que está hecho el laúd?

Con una vez ya basta. Con una vez ya basta
para decir adiós sobre la tierra.
Y para estar de luto, eso también.
Con una vez ya basta para decir adiós por siempre.

Los sauces rielan junto a la fuente de piedra,
hay senderos de flores a su lado.

Con una vez ya basta: ¿por qué vive de nuevo?
¿Y por qué tan efímero, solamente en un sueño?

Mi amor se está muriendo: de nuevo comenzó la despedida.
Y a través de los velos de los sauces
la luz del sol asciende y resplandece,
ya no es la misma luz que conocíamos.
Y los pájaros cantan otra vez, y la tórtola viuda canta, incluso.

Está canción ya la canté. Junto a la fuente
de piedra están cantando los sauces otra vez,
con ternura indecible, mientras mojan sus hojas
en el agua radiante.

Es claro que lo saben; sí, lo saben. Nuevamente se muere,
igual que el mundo. Se muere por el resto de mi vida,
para que así yo crea.

17.12.09

Si esta habitación es nuestro mundo (Weldon Kees)

Si esta habitación es nuestro mundo,
que este mundo se pudra. Abrí este techo,
para que venga un último y monstruoso diluvio
que barra con el suelo, con las sillas
y esta cama que no me lleva a ningún sueño.
Bajo el oscuro cielo de nuestra circunstancia
y el murmullo de húmedos barómetros
contemplo el polvo urbano que ensucia los cristales
mientras el trueno muere. A unos kilómetros
de aquí mueren los héroes, su sangre mana espesa por el pasto,
dulce e inquieta, coagulada, inmunda,
corre hacia al río, rumbo al mar, el mar,
de donde viene ese voraz diluvio
que yo espero, que me va a hacer morir.

14.12.09

Uno de Hernán Bravo Varela

VEINTICINCO CENTAVOS, POR EL AMOR DE DIOS



A Juan García de Oteyza

Mi padre muerto vino el otro día.
Me dejó dos cobijas y una almohada
y se volvió a morir como solía.

Estaba oscuro, pero todavía
puedo verme temblando en su mirada.
Mi padre muerto vino el otro día.

Ni cuento de terror ni brujería:
mi padre apareció como si nada
y se volvió a morir como solía.

Con todo y que murió de neumonía,
lo vi muy tarde, ya de madrugada.
Mi padre muerto vino el otro día.

Apenas me duró su compañía
lo que tarda en hacerse una redada
y se volvió a morir como solía.

En su ausencia, llegó la policía
y dejé las cobijas y la almohada.
Mi padre muerto vino el otro día
y se volvió a morir como solía.


2829 16th. St., N. W.

10.12.09

Aedh lamenta la pérdida del amor (W. B. Yeats)

Pálidas cejas, manos quietas, pelo
ceniciento. Tenía una amiga hermosa
y soñaba con que la antigua pena
terminaría siendo amor al fin:
ella miró en mi corazón un día
y descubrió que allí estaba tu imagen;
y luego se alejó bañada en lágrimas.

7.12.09

El privilegio de ser (Robert Hass)

Mucha gente está haciendo ahora el amor. En el cielo, los ángeles,
en el imperturbable éter y el cristal de los deseos humanos
se trenzan mutuamente los cabellos, que son rubios rojizos
y tienen la textura de los frescos ríos. De tanto en tanto miran
hacia abajo el trabajoso éxtasis
–les deben parecer como aves sin plumas chapoteando
en la cama encharcada–
y luego una mujer que está por acabar,
le hace abrir los párpados a un hombre y le dice:
“Mirame”, y él la mira. ¿O es el hombre
quien descorre el telón en el teatro a oscuras?
Se miran entre sí de todos modos;
dos seres con dos ojos evolucionados,
rapaces, sorprendidos, pegados uno al otro por la panza
con una baba lúbrica increíblemente dulce,
y los ángeles se sienten desolados. Les indigna. Tiemblan, patéticos,
como litografías de mendigos victorianos,
con facciones perfectas y la piel de alabastro, vestidos con harapos
en el callejón sórdido de la novela.
A todas las criaturas les ofende esta pena.
Se parece al lamento que la luna deja escapar a veces
cuando sale. A los amantes les resulta especialmente intolerable,
los llena de indecible tristeza, de tal forma
que otra vez cierran los ojos y se vuelven a abrazar,
y cada uno siente la singularidad mortal del cuerpo
que durante una hora han alzado de la muerte con su magia,
y un día, mientras corren al atardecer, ella le dice al hombre:
“Me levanté tan triste esta mañana porque caí en la cuenta
de que vos no podrías, por mucho que te ame, mi querido,
curar mi soledad”, y toca su mejilla para reconfortarlo
y que vea que no quería herirlo diciendo esta verdad.
Y el hombre no se siente precisamente herido,
entiende que la vida tiene límites, que algunos
mueren jóvenes, sus amores fracasan
como sus ambiciones. Va corriendo a su lado,
y piensa en la tristeza que han logrado abortar
con sus lamentos, cobijándose ambos con formas inventadas
y antiguas de la gracia y torpe gratitud, listos para volver
a estar solos o acaso insatisfechos, o a no ser más que buenos compañeros,
como esas parejas en la playa que leen un artículo en alguna revista
sobre la intimidad entre los sexos,
y después se lo leen en voz alta entre sí,
y luego a los inmensos, analfabetos, reconfortantes ángeles.

3.12.09

Gansos salvajes (Mary Oliver)

No hay por qué ser buenos.
No hay por qué caminar por el desierto
de rodillas incontables kilómetros, por arrepentimiento.
Sólo hay que dejar que el animal suave del cuerpo
ame aquello que ama.
Hablame de tus penas, yo te cuento las mías.
Sigue su marcha el mundo mientras tanto.
Por el paisaje, mientras tanto, el sol y los claros guijarros de la lluvia,
se mueven, por los prados y los frondosos árboles
las montañas y ríos.
Y los gansos salvajes, mientras tanto, por el limpio aire azul
volando alto emprenden el regreso.
Y vos, seas quien seas, sin importar cuán solo te sentís,
el mundo se le ofrece a tu imaginación,
te llama como llaman esos gansos salvajes, enérgicos y ásperos,
anunciándote una y otra vez el lugar que ocupás
en la familia de las cosas.