30.11.09

Canción de los constructores (Mary Oliver)

Una mañana de verano
me senté
en una colina
para pensar en Dios,
un pasatiempo digno.
Cerca de mí,
un grillo solitario
llevaba las semillas que había por ahí
de un lado a otro.
Qué energía la suya,
y qué humilde su esfuerzo.
Ojalá que las cosas
siempre sean así:
cada uno de nosotros
a su modo inexplicable
haciendo el universo.

26.11.09

Limericks



Había cierto hippie de El Bolsón
que se quejaba de una comezón:
”¿Y vos, qué te quejás,
si nunca te bañás?”,
increparon al hippie de El Bolsón.




23.11.09

Otoño de las ranas (Sylvia Plath)

El verano envejece, madre de sangre fría.
Hay escasez de insectos, y además vienen flacos.
En nuestro hogar palustre nosotras solamente
croamos y nos vamos marchitando.

En somnolencia se disipan las mañanas.
Brilla tardío el sol entre los juncos
endebles, y las moscas son esquivas.
El pantano se enferma.

La escarcha hace caer hasta a la araña.
Está claro que el genio
de la abundancia vive en otro lado.
Nuestra gente está flaca,
es lamentable.

19.11.09

La conversión de Magdaleno (Robin Myers)

Dios me ama. Pero no siempre fue así.
Cuando era joven, antes
de que se me empezaran a caer
una tras otra las extremidades
como hongos desprendiéndose de un árbol,
me odiaba tanto que ni siquiera existía.

Él no era nada, no estaba en ningún lado;
yo mismo no era ni siquiera eso.
Les chupaba la sangre a las mujeres,
envenenaba hombres, bebía los licores de la tierra.
Si Dios hubiera sido la tierra, me lo habría
bebido a él también.

Después vino la peste.
La carne, una corteza que se iba desprendiendo;
ya no sentía las extremidades.
La piel, como los restos de un incendio,
que hasta la propias llamas rechazaron.
Todo me rechazaba. Así, cuando yo mismo

me convencí de no desear ya nada,
acostado en el suelo boca abajo,
mientras me atragantaba de polvo,
Dios me habló desde la nada, y dijo:
“Ahora veo
que hay algo que
querés”.

Dios no era nada, pero yo lo había escuchado.
No era nada, e igual creía en él.
Si bien tenía las piernas chamuscadas,
me paré como pude.

Yo podría haber muerto
y él quiso que viviera.
Cuando hasta Dios no es nada, y nada, pero nada
te quiere, de algún modo
vos vivís.

Yo vivo acá sentado. Vivo elevando rezos
como rayos que estallan
en la tierra,
porque ahora mi cuerpo es como un árbol
quemado por un rayo.

Me ama. Cuando uno no ama nada,
y vive aun así,
eso es amor.

16.11.09

Alemania imposible (Wilco)

¿Alemania? Imposible. ¿Japón? Harto improbable.
Vayas adonde vayas, donde sea que aterrices,
voy a decirte lo que pienso de todo esto.
Voy a hacer lo que pueda. ¿Alemania? Imposible.
¿Japón? Harto improbable. El principal problema
que nos toca enfrentar… Esto es muy importante
y vos no me escuchás. No me estás escuchando.
Si esto fuera algo nuevo, yo no lo entendería.

¿Alemania? Imposible. ¿Japón? Harto improbable.
Porque el amor es esto: estar desubicados,
hermosos, solitarios, el uno frente al otro.
Sin mayores problemas que haya que resolver
nada es más importante que saber que te escuchan.
Y ahora sé que vos vas a estar escuchándome.

12.11.09

Epigrama (Sarah Diano)

Como suele enseñarse en el colegio,
la luz de las estrellas que se apagan
sigue llegando un tiempo hasta nosotros.
Ahora, extinta la luz de tu presencia,
me llegan tus noticias por terceros.

9.11.09

Hora pico (Amy Benoit)

Para subirme al subte esta mañana,
tuve que atravesar a los codazos
una pared de gente. Una vez dentro
del vagón, asfixiada y comprimida,
vi que, ocupando una butaca entera
del fondo, había un perro de la calle
que dormía olvidado de sí mismo
y todo lo demás, plácidamente
inflando y desinflando los pulmones.
Nosotros somos, me parece a mí,
un poco como él: nos abandonan
al mundo, deambulamos sin propósito,
y en ese olvido de nosotros mismos,
sin razón aparente nos cobijan,
nos dan amor, nos dejan que durmamos,
y todos los demás son de otra especie.

5.11.09

me gusta mi cuerpo cuando está con tu cuerpo (e.e. cummings)

me gusta mi cuerpo cuando está con tu cuerpo
es una cosa tan pero tan nueva
los músculos mejores y más nervios
me gusta tu cuerpo. y lo que hace.
sus cómos. la columna vertebral
y me gusta sentir todos tus huesos
y el temblor y la firme suavidad
que yo habré una y otra y una vez,
de besar, y me gusta besarte esto y aquello
me gusta acariciar con lentitud
y sentir la descarga de tu piel eléctrica
y lo que sea que viene sobre la carne abierta…
y ojos como grandes migas enamoradas

y quizá hasta me guste el estremecimiento

de vos debajo mío tan tan nueva

2.11.09

Hasta que la muerte los separe (Amy Benoit)

Después de convertirte de un momento
a otro en un extraño, te paraste
súbitamente de la silla y fuiste
al dormitorio, con apuro, a hacer
en nervioso silencio la valija
que te iba a acompañar cuando te fueras
a dormir por un tiempo en el sofá
o en el cuarto de huéspedes de alguien.
Mientras te oía desde el comedor
revolver el placard y los cajones
con tu silla vacía frente a mí,
me acordaba de nuestro casamiento:
demasiada atención reconcentrada
en un único punto; ambos borrachos,
sobrellevando el afectuoso asedio
de parientes, amigos e invitados,
cumpliendo uno por uno los rituales
que nos permitirían, tras la fiesta,
ir a dormir y ser al día siguiente
ligeramente iguales que antes. Pero
me acordé sobre todo de los votos
que formulamos ante el sacerdote,
y pensé en sus palabras, tantas veces
repetidas: “en la prosperidad
como en la adversidad, en la salud
como en la enfermedad”
; y me acordé,
la vez que te operaron del apéndice,
que cuando te llevaban al quirófano
levantaste el pulgar y me sonreíste
confiado: esa confianza es nuestro amor
y acabás de quebrarla. “A quienes Dios
ha unido”
, repetía el sacerdote,
“no los separe el hombre”, aunque también
dijo “hasta que la muerte los separe”,
y ahora no dudo que las almas son
al fin solteras en la eternidad.