23.7.08

Traductor invitado

JOSÉ ÁNGEL VALENTE TRADUCE A KONSTANTINOS KAVAFIS



EL DIOS ABANDONA A ANTONIO



Cuando de pronto, a medianoche oigas
pasar una invisible compañía
con exquisitas músicas y voces,
no lamentes en vano tu fortuna
que cede al fin, tus obras fracasadas,
los ilusorios planes de tu vida.
Como dispuesto de hace tiempo, como valiente, dile
adiós a Alejandría que se aleja.
Y sobre todo no te engañes: en ningún caso pienses
que es un sueño tal vez o que miente tu oído.
A tan vana esperanza no desciendas.
Como dispuesto de hace tiempo, como valiente, como
quien digno ha sido de tal ciudad, acércate
a la ventana. Y ten firmeza, oye
con emoción, mas nunca
con el lamento y quejas del cobarde,
goza por vez final de los sones,
la música exquisita de la tropa divina,
despide a Alejandría que así pierdes.

16.7.08

El secreto (Denise Levertov)

Dos chicas, en un verso
súbito, descubren
el secreto de la
vida.

Yo que no sé el
secreto escribí
el verso. Ellas
me contaron

(a través de un tercero)
que lo habían encontrado
pero no en qué consistía
ni siquiera

cuál era el verso. Ahora no tengo
dudas, pasada más de
una semana, de que olvidaron
el secreto,

el verso, el nombre
del poema. Las amo
porque vieron lo que
no puedo ver,

y por amarme por
el verso que escribí,
y por olvidárselo
de modo que

mil veces más, hasta que las encuentre
la muerte, puedan descubrirlo
de nuevo en otros
versos

en otros
acontecimientos. Y por
querer saberlo,
por

suponer que existe
tal secreto, sí,
por eso
más que nada.

9.7.08

La escalera de Jacob (Denise Levertov)

La escalera no es
una escala trenzada con fibras relucientes;
algo de una radiante evanescencia,
para los ángeles, que apenas si miran al pasar
y ni siquiera tocan con los pies la piedra.

Está hecha de piedra.
Una piedra rosácea, que parece en su brillo
un material más blando porque el cielo detrás
es de un dubitativo y dudoso gris nocturno.

Una escalera de ángulos
abruptos, sólidamente construida.
Se advierte que los ángeles deben dar un saltito
para bajar de un escalón a otro, batiendo
levemente con sus alas:

y que, para subir, un hombre
debe rasparse las rodillas y ayudarse
con las manos. La piedra labrada les ofrece
a los pies titubeantes un consuelo. Lo rozan alas.
El poema asciende.

2.7.08

Sapph. 52 Bergk

La luna se ocultó,
las Pléyades también. Es medianoche.
El tiempo pasa,
y yo me acuesto sola.