Traductor invitado
RICARDO H. HERRERA TRADUCE A EUGENIO MONTALE
Al mediodía pálido y absorto
junto al muro ruinoso de una huerta,
sentir en la maleza las presencias
de mirlos escondidos, de culebras.
Por la tierra o encima de las plantas
curiosear la labor de las hormigas,
ya sea que se dispersen o se apiñen
en la cima de su ínfima gavilla.
Al observar a través del follaje
las lejanas escamas del oleaje,
escuchar la cigarra que se obstina
con su chirrido en la árida colina.
Y al alejarnos bajo el sol que ciega,
sentirnos deslumbrados por la pena
de saber que esta vida y su faena
es como recorrer una muralla
rematada por vidrios de botella.
Al mediodía pálido y absorto
junto al muro ruinoso de una huerta,
sentir en la maleza las presencias
de mirlos escondidos, de culebras.
Por la tierra o encima de las plantas
curiosear la labor de las hormigas,
ya sea que se dispersen o se apiñen
en la cima de su ínfima gavilla.
Al observar a través del follaje
las lejanas escamas del oleaje,
escuchar la cigarra que se obstina
con su chirrido en la árida colina.
Y al alejarnos bajo el sol que ciega,
sentirnos deslumbrados por la pena
de saber que esta vida y su faena
es como recorrer una muralla
rematada por vidrios de botella.