Uno de Francisco Garamona
Recordábamos sentados o un poco más lejos,
abismos que la luz leía, suaves planos
donde desnudos nos miramos al espejo.
Era el alba clara, cuando la chica seca
su vestido contra la estufa, y en el cuarto
se despeja una energía azul de primer día.
Las calles de agosto con un viento abdominal,
tardío; que roe los parques, los juegos
vistos desde la ventana del colectivo.
Recordábamos, dejábamos rodar el tiempo
en un declive dulce, prolongado;
como ciertas drogas que tallan
en los huesos la cifra de un récord.
abismos que la luz leía, suaves planos
donde desnudos nos miramos al espejo.
Era el alba clara, cuando la chica seca
su vestido contra la estufa, y en el cuarto
se despeja una energía azul de primer día.
Las calles de agosto con un viento abdominal,
tardío; que roe los parques, los juegos
vistos desde la ventana del colectivo.
Recordábamos, dejábamos rodar el tiempo
en un declive dulce, prolongado;
como ciertas drogas que tallan
en los huesos la cifra de un récord.