27.9.05
25.9.05
24.9.05
23.9.05
Círculo íntimo
DESPOSORIO
A siempre dos
Tente, te digo ahora.
No le hagas casa
a los de más,
los mucho menos huérfanos.
Cáete con toda tú,
catástrofe querida.
Que no nos vengan
con gallitos,
su guerra de tercera,
navaja en atolones,
si no es por dar la cara
como das la hora,
que ya bastante ha sido
tenernos en la luz
difícil
de ojearnos contra el día.
Tente en el aire,
poca cosa.
Volarnos, despojados
del bien entre los bienes,
nos sienta aún
encima de esta tierra
quemada de tan vista.
El halo
de sol en tu anular
los dedos señalantes
nos basta a ti
y a mí. Tenme, guirnalda
de tu misma boda;
carguemos una cruz
con el perdón
de aquellos que olvidamos.
Vayámonos yo y tú.
Muerte de un hijo
no tenido,
tengámonos, tengámonos.
Hernán Bravo Varela (Ciudad de México, 1979).
A siempre dos
Tente, te digo ahora.
No le hagas casa
a los de más,
los mucho menos huérfanos.
Cáete con toda tú,
catástrofe querida.
Que no nos vengan
con gallitos,
su guerra de tercera,
navaja en atolones,
si no es por dar la cara
como das la hora,
que ya bastante ha sido
tenernos en la luz
difícil
de ojearnos contra el día.
Tente en el aire,
poca cosa.
Volarnos, despojados
del bien entre los bienes,
nos sienta aún
encima de esta tierra
quemada de tan vista.
El halo
de sol en tu anular
los dedos señalantes
nos basta a ti
y a mí. Tenme, guirnalda
de tu misma boda;
carguemos una cruz
con el perdón
de aquellos que olvidamos.
Vayámonos yo y tú.
Muerte de un hijo
no tenido,
tengámonos, tengámonos.
Hernán Bravo Varela (Ciudad de México, 1979).
22.9.05
Uno de Leónidas Lamborghini
REINA
Reina: hecha
de sol. de verás.
de hacerme.
Reina: hecha
de ofrecí. de
justifica. de
tanto. de te. de
te tiene.
Reina: hecha
de pa'. de
ibas. de lejos.
de hoy. de mí. de
mirarte.
Reina: hecha
de rincón. de
un año. de tu
bien. de
pagase.
Reina: hecha
de salvarte. de
sólo. de después. de
así. de me mordí.
Reina hecha de:
conciencia pura.
Reina hecha de:
se paraban.
Reina: hecha
de sol. de verás.
de hacerme.
Reina: hecha
de ofrecí. de
justifica. de
tanto. de te. de
te tiene.
Reina: hecha
de pa'. de
ibas. de lejos.
de hoy. de mí. de
mirarte.
Reina: hecha
de rincón. de
un año. de tu
bien. de
pagase.
Reina: hecha
de salvarte. de
sólo. de después. de
así. de me mordí.
Reina hecha de:
conciencia pura.
Reina hecha de:
se paraban.
20.9.05
Círculo íntimo
verano
de costado la rápida, temprana marabunta
de dios que encuentra todo: aire dormido
en tronco, aire en la ronca
rugosidad de la madera, nervaduras en cada
hoja en la copa detonada al cielo,
múltiple en charcos; tirantez
de sol aguda en cada nueva
gota que toca un tintinear de soles.
el día diagonal. el día desde el tilo
en mi pupila: la constante creciente, lo visible,
lo que alcanzan mis ojos
de lo que esté aquí fuera sucediendo,
lo que se esconde nítido; y el tilo llena
de golpe el ojo de nariz y se actualiza, se vuelca a sí,
es murmurado viento erguido en el calor
casi rotundo dura, dura ahora
llenándose en su forma paulatino,
siembra su sombra, fresco
de luz filtrándose,
propaga un tiempo estupefacto.
día al medio de todo encandilado en el aire chirrido,
día volcado de cigarras invisibles
pulsadas a aturdir por su diseño prieto; cruje el día
en la pupila donde exprime su derrame
de luz sin agujeros.
colmo. hueco del iris
la pupila completa de calor rebasado
a este cuerpo invadido que quisiera quedarse
detonado también entre cigarras
y también escalarse cada día milímetro
a milímetro abriéndose a su forma,
a lo que en él liviano lo rodea,
el material encanto.
Alejandro Crotto (Ciudad de Buenos Aires, 1978).
de costado la rápida, temprana marabunta
de dios que encuentra todo: aire dormido
en tronco, aire en la ronca
rugosidad de la madera, nervaduras en cada
hoja en la copa detonada al cielo,
múltiple en charcos; tirantez
de sol aguda en cada nueva
gota que toca un tintinear de soles.
el día diagonal. el día desde el tilo
en mi pupila: la constante creciente, lo visible,
lo que alcanzan mis ojos
de lo que esté aquí fuera sucediendo,
lo que se esconde nítido; y el tilo llena
de golpe el ojo de nariz y se actualiza, se vuelca a sí,
es murmurado viento erguido en el calor
casi rotundo dura, dura ahora
llenándose en su forma paulatino,
siembra su sombra, fresco
de luz filtrándose,
propaga un tiempo estupefacto.
día al medio de todo encandilado en el aire chirrido,
día volcado de cigarras invisibles
pulsadas a aturdir por su diseño prieto; cruje el día
en la pupila donde exprime su derrame
de luz sin agujeros.
colmo. hueco del iris
la pupila completa de calor rebasado
a este cuerpo invadido que quisiera quedarse
detonado también entre cigarras
y también escalarse cada día milímetro
a milímetro abriéndose a su forma,
a lo que en él liviano lo rodea,
el material encanto.
Alejandro Crotto (Ciudad de Buenos Aires, 1978).
18.9.05
Uno de Ernesto Cardenal
Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia
(según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...
Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.
Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.
Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.
Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
¡contesta Tú el teléfono!
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.
Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia
(según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...
Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.
Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.
Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.
Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.
Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.
Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
¡contesta Tú el teléfono!
17.9.05
Soy vertical (Sylvia Plath)
Pero preferiría ser horizontal.
No soy un árbol con raíces en el suelo,
que sorba minerales y amor maternal,
para que al llegar marzo sus hojas resplandezcan;
ni encarno la belleza de un jardín,
que atraiga exclamaciones y mueva a que lo pinten,
sin saber que muy pronto sus pétalos caerán.
Comparado conmigo, es inmortal el árbol.
Y una corola, no muy alta, pero más sorprendente,
y de uno anhelo la longevidad, y de la otra la audacia.
Esta noche, a la luz infinitesimal de las estrellas,
las flores y los árboles han estado esparciendo su refrescante aroma.
Yo camino entre ellos, pero ninguno se da cuenta.
A veces pienso en eso cuando duermo,
tengo que parecérmeles lo más posible:
pensamientos que se han ido empañando.
Yo, que estoy acostada, lo siento como algo natural.
Así es que el cielo y yo tenemos nuestras charlas,
y he de ser útil cuando yazca al fin:
por una vez, entonces, me tocarán los árboles, y tendrán tiempo para mí las flores.
No soy un árbol con raíces en el suelo,
que sorba minerales y amor maternal,
para que al llegar marzo sus hojas resplandezcan;
ni encarno la belleza de un jardín,
que atraiga exclamaciones y mueva a que lo pinten,
sin saber que muy pronto sus pétalos caerán.
Comparado conmigo, es inmortal el árbol.
Y una corola, no muy alta, pero más sorprendente,
y de uno anhelo la longevidad, y de la otra la audacia.
Esta noche, a la luz infinitesimal de las estrellas,
las flores y los árboles han estado esparciendo su refrescante aroma.
Yo camino entre ellos, pero ninguno se da cuenta.
A veces pienso en eso cuando duermo,
tengo que parecérmeles lo más posible:
pensamientos que se han ido empañando.
Yo, que estoy acostada, lo siento como algo natural.
Así es que el cielo y yo tenemos nuestras charlas,
y he de ser útil cuando yazca al fin:
por una vez, entonces, me tocarán los árboles, y tendrán tiempo para mí las flores.
16.9.05
Círculo Íntimo
no entiendo qué es esa
agua que cae
moldean el espíritu
las córneas llorosas
¿qué heredé de mi madre?
nada
el perfume irrespirable
de esas flores de muerto
en cada suspiro
Dolores Gil (Ciudad de Buenos Aires, 1981).
agua que cae
moldean el espíritu
las córneas llorosas
¿qué heredé de mi madre?
nada
el perfume irrespirable
de esas flores de muerto
en cada suspiro
Dolores Gil (Ciudad de Buenos Aires, 1981).
15.9.05
Cosas viejas (2001)
[entra Mujer Nostálgica]
Cuando era joven...
... yo era flaca...
¡yo era flaca y me divertía!
Y ahora soy toda de Tango:
toda adiposa y cansada:
soy ¡absoluta! arrabalera.
Cuando era joven...
...yo era flaca...
¡yo era flaca y no lloraba!
¡Ah.................................................!
Pero “¡Momento!” es “tal”:
Que vertí una sola gota,
estriada en mil riachos:
“tal”, corriendo por la entera
geografía de los poros
hasta tomarme del talle;
“tal”, en un abrazo paterno
-de serpiente, "cuidadosa"
que se prolongó en los muslos
cobijando a los tobillos:
“tal”fue de purpúreos bermejos
y trazos “cabello de ángel”;
dejando retícula, así,
de telarañas sanguíneas:
“tal” se fundió en mi epidermis
regresando a sus recintos
de ajetreos glandulares.
¡Ah.................................................!
… y mis pechos pendulando
miden el paso del tiempo:
son dos coles, dos portentos
de tubercular magnificencia:
dos rosales redondeados,
que: soterrados (cierta etapa),
encontraron final flotación.
Cuando era joven...
... yo era flaca ...
¡era bellísima hetaira!
y ahora es mi estertor
vademécum de flebologista:
son las tristezas perennes
de grasos pechos terrosos;
y mi “yo” actual, “estibadora”:
malestar de carro de supermercado:
¡Ah.................................................!
¡y ahora...
¡Ahora!
...ahora soy toda de Tango! :
... cuando era joven, yo era flaca...
...¡yo era flaca y me divertía!...
Cuando era joven...
... yo era flaca...
¡yo era flaca y me divertía!
Y ahora soy toda de Tango:
toda adiposa y cansada:
soy ¡absoluta! arrabalera.
Cuando era joven...
...yo era flaca...
¡yo era flaca y no lloraba!
¡Ah.................................................!
Pero “¡Momento!” es “tal”:
Que vertí una sola gota,
estriada en mil riachos:
“tal”, corriendo por la entera
geografía de los poros
hasta tomarme del talle;
“tal”, en un abrazo paterno
-de serpiente, "cuidadosa"
que se prolongó en los muslos
cobijando a los tobillos:
“tal”fue de purpúreos bermejos
y trazos “cabello de ángel”;
dejando retícula, así,
de telarañas sanguíneas:
“tal” se fundió en mi epidermis
regresando a sus recintos
de ajetreos glandulares.
¡Ah.................................................!
… y mis pechos pendulando
miden el paso del tiempo:
son dos coles, dos portentos
de tubercular magnificencia:
dos rosales redondeados,
que: soterrados (cierta etapa),
encontraron final flotación.
Cuando era joven...
... yo era flaca ...
¡era bellísima hetaira!
y ahora es mi estertor
vademécum de flebologista:
son las tristezas perennes
de grasos pechos terrosos;
y mi “yo” actual, “estibadora”:
malestar de carro de supermercado:
¡Ah.................................................!
¡y ahora...
¡Ahora!
...ahora soy toda de Tango! :
... cuando era joven, yo era flaca...
...¡yo era flaca y me divertía!...
14.9.05
Uno de Rubén Darío
ANAGKE
Y dijo la paloma:
- Yo soy feliz. Bajo el inmenso cielo,
en el árbol en flor, junto a la poma
llena de miel, junto al retoño suave
y húmedo por las gotas de rocío,
tengo mi hogar de ave,
del amado árbol mío
hasta el bosque lejano,
cuando al himno jocundo
del despertar de Oriente,
sale el alba desnuda, y muestra al mundo
el pudor de la luz sobre su frente.
Mi ala es blanca y sedosa;
la luz la dora y baña
y céfiro la peina.
Son mis pies como pétalos de rosa.
Yo soy la dulce reina
que arrulla a su palomo en la montaña.
En el fondo del bosque pintoresco
está el alerce en que formé mi nido;
y tengo allí, bajo el follaje fresco,
un polluelo sin par, recién nacido.
Soy la promesa alada,
el juramento vivo;
soy quien lleva el recuerdo de la amada
para el enamorado pensativo;
yo soy la mensajera
de los tristes y ardientes soñadores,
que va a revolotear diciendo amores
junto a una perfumada cabellera.
Soy el lirio del viento.
Bajo el azul del hondo firmamento
muestro de mi tesoro bello y rico
las preseas y galas:
el arrullo en el pico,
la caricia en las alas.
Yo despierto a los pájaros parleros
y entonan sus melódicos cantares:
me poso en los floridos limoneros
y derramo una lluvia de azahares.
Yo soy toda inocente, toda pura.
Yo me esponjo en las ansias del deseo,
y me estremezco en la íntima ternura
de un roce, de un rumor, de un aleteo.
¡Oh, inmenso azul! Yo te amo. Porque a Flora
das la lluvia y el sol siempre encendido:
porque, siendo el palacio de la aurora,
también eres el techo de mi nido.
¡Oh, inmenso azul! Yo adoro
tus celajes risueños,
y esa niebla sutil de polvo de oro
donde van los perfumes y los sueños.
Amo los velos, tenues, vagarosos,
de las flotantes brumas,
donde tiendo a los aires cariñosos
el sedeño abanico de mis plumas.
¡Soy feliz! porque es mía la floresta,
donde el misterio de los nidos se halla;
porque el alba es mi fiesta
y el amor mi ejercicio y mi batalla.
Feliz, porque de dulces ansias llena
calentar mis polluelos es mi orgullo,
porque en las selvas vírgenes resuena
la música celeste de mi arrullo,
porque no hay una rosa que no me ame,
ni pájaro gentil que no me escuche,
ni garrido cantor que no me llame.
-¿Sí?- dijo entonces un gavilán infame,
y con furor se la metió en el buche.
Entonces el buen Dios, allá en su trono,
(mientras Satán, para distraer su encono
aplaudía a aquel pájaro zahareño),
se puso a meditar. Arrugó el ceño,
y pensó, al recordar sus vastos planes,
y recorrer sus puntos y sus comas,
que cuando creó palomas
no debía haber creado gavilanes.
Y dijo la paloma:
- Yo soy feliz. Bajo el inmenso cielo,
en el árbol en flor, junto a la poma
llena de miel, junto al retoño suave
y húmedo por las gotas de rocío,
tengo mi hogar de ave,
del amado árbol mío
hasta el bosque lejano,
cuando al himno jocundo
del despertar de Oriente,
sale el alba desnuda, y muestra al mundo
el pudor de la luz sobre su frente.
Mi ala es blanca y sedosa;
la luz la dora y baña
y céfiro la peina.
Son mis pies como pétalos de rosa.
Yo soy la dulce reina
que arrulla a su palomo en la montaña.
En el fondo del bosque pintoresco
está el alerce en que formé mi nido;
y tengo allí, bajo el follaje fresco,
un polluelo sin par, recién nacido.
Soy la promesa alada,
el juramento vivo;
soy quien lleva el recuerdo de la amada
para el enamorado pensativo;
yo soy la mensajera
de los tristes y ardientes soñadores,
que va a revolotear diciendo amores
junto a una perfumada cabellera.
Soy el lirio del viento.
Bajo el azul del hondo firmamento
muestro de mi tesoro bello y rico
las preseas y galas:
el arrullo en el pico,
la caricia en las alas.
Yo despierto a los pájaros parleros
y entonan sus melódicos cantares:
me poso en los floridos limoneros
y derramo una lluvia de azahares.
Yo soy toda inocente, toda pura.
Yo me esponjo en las ansias del deseo,
y me estremezco en la íntima ternura
de un roce, de un rumor, de un aleteo.
¡Oh, inmenso azul! Yo te amo. Porque a Flora
das la lluvia y el sol siempre encendido:
porque, siendo el palacio de la aurora,
también eres el techo de mi nido.
¡Oh, inmenso azul! Yo adoro
tus celajes risueños,
y esa niebla sutil de polvo de oro
donde van los perfumes y los sueños.
Amo los velos, tenues, vagarosos,
de las flotantes brumas,
donde tiendo a los aires cariñosos
el sedeño abanico de mis plumas.
¡Soy feliz! porque es mía la floresta,
donde el misterio de los nidos se halla;
porque el alba es mi fiesta
y el amor mi ejercicio y mi batalla.
Feliz, porque de dulces ansias llena
calentar mis polluelos es mi orgullo,
porque en las selvas vírgenes resuena
la música celeste de mi arrullo,
porque no hay una rosa que no me ame,
ni pájaro gentil que no me escuche,
ni garrido cantor que no me llame.
-¿Sí?- dijo entonces un gavilán infame,
y con furor se la metió en el buche.
Entonces el buen Dios, allá en su trono,
(mientras Satán, para distraer su encono
aplaudía a aquel pájaro zahareño),
se puso a meditar. Arrugó el ceño,
y pensó, al recordar sus vastos planes,
y recorrer sus puntos y sus comas,
que cuando creó palomas
no debía haber creado gavilanes.
13.9.05
Guerra de los poetas (Lope vs. Góngora)
Pues en tu error impertinente espiras,
zambúllome de pato por no verte,
¡oh calavera cisne!, que en la muerte
quieres cantar, y por detrás respiras.
Con las visiones que llegando admiras
al tránsito fatal que te divierte,
tu ya feliz ingenio está de suerte
que en versos macarrónicos deliras.
Hermanos, turba, lega, zabullíos,
venid a Antón Martín, que ya os espera
cadáver vivo de sus versos fríos:
aún no se le ha cerrado la mollera
al padre de los cultos desvaríos:
rogad a Dios que con su lengua muera.
zambúllome de pato por no verte,
¡oh calavera cisne!, que en la muerte
quieres cantar, y por detrás respiras.
Con las visiones que llegando admiras
al tránsito fatal que te divierte,
tu ya feliz ingenio está de suerte
que en versos macarrónicos deliras.
Hermanos, turba, lega, zabullíos,
venid a Antón Martín, que ya os espera
cadáver vivo de sus versos fríos:
aún no se le ha cerrado la mollera
al padre de los cultos desvaríos:
rogad a Dios que con su lengua muera.
Guerra de los poetas (Góngora vs. Lope)
Patos del aguachirle castellana
que de su rudo origen fácil riega,
y tal vez dulce, inunda nuestra Vega,
con razón Vega, por la siempre llana;
pisad graznando la corriente cana
del antiguo idïoma, y, turba lega,
las ondas acusad cuantas os niega
ático estilo, erudición romana.
Los cisnes venerad cultos, no aquellos
que esperan su canoro fin los ríos;
aquellos, sí, que de su docta espuma
vistió Aganipe. ¿Huís? ¿No queréis vellos
palustres aves? Vuestra vulgar pluma
no borre, no, más charcos. Zambullíos.
que de su rudo origen fácil riega,
y tal vez dulce, inunda nuestra Vega,
con razón Vega, por la siempre llana;
pisad graznando la corriente cana
del antiguo idïoma, y, turba lega,
las ondas acusad cuantas os niega
ático estilo, erudición romana.
Los cisnes venerad cultos, no aquellos
que esperan su canoro fin los ríos;
aquellos, sí, que de su docta espuma
vistió Aganipe. ¿Huís? ¿No queréis vellos
palustres aves? Vuestra vulgar pluma
no borre, no, más charcos. Zambullíos.
Guerra de los poetas (Góngora vs. Quevedo)
Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
que vuestras suavidades son de arrope
¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Belerofonte cada día
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas, y le da un galope?
Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego,
no habiéndolo mirado vuestros ojos.
Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier gregüesco luego.
que no diga con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
que vuestras suavidades son de arrope
¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Belerofonte cada día
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas, y le da un galope?
Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego,
no habiéndolo mirado vuestros ojos.
Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier gregüesco luego.
Guerra de los poetas (Quevedo vs. Góngora)
Receta para hacer Soledades en un día
Quien quisiere ser culto en sólo un día,
la jeri (aprenderá) gonza siguiente:
fulgores, arrogar, joven, presiente,
candor, construye, métrica armonía;
poco, mucho, si no, purpuracía,
neutralidad, conculca, erige, mente,
pulsa, ostenta, librar, adolescente,
seña traslada, pira, frustra, arpía;
cede, impide, cisuras, petulante,
palestra, liba, meta, argento, alterna,
si bien disuelve émulo canoro.
Use mucho de líquido y de errante,
su poco de nocturno y de caverna,
anden listos livor, adunco y poro.
Que ya toda Castilla,
con sola esta cartilla,
se abrasa de poetas babilones,
escribiendo sonetos confusiones;
y en la Mancha, pastores y gañanes,
atestadas de ajos las barrigas,
hacen ya cultedades como migas.
Quien quisiere ser culto en sólo un día,
la jeri (aprenderá) gonza siguiente:
fulgores, arrogar, joven, presiente,
candor, construye, métrica armonía;
poco, mucho, si no, purpuracía,
neutralidad, conculca, erige, mente,
pulsa, ostenta, librar, adolescente,
seña traslada, pira, frustra, arpía;
cede, impide, cisuras, petulante,
palestra, liba, meta, argento, alterna,
si bien disuelve émulo canoro.
Use mucho de líquido y de errante,
su poco de nocturno y de caverna,
anden listos livor, adunco y poro.
Que ya toda Castilla,
con sola esta cartilla,
se abrasa de poetas babilones,
escribiendo sonetos confusiones;
y en la Mancha, pastores y gañanes,
atestadas de ajos las barrigas,
hacen ya cultedades como migas.
12.9.05
Cosas viejas (2001)
CANCIÓN
Lame la mañana
el cuerpo muerto de una luz:
el sol luce abollado
en un frasco de loción
contra el sol:
durmiendo entre las rocas,
cuidado por jeringas
-las ninfas de la playa-,
un virus amoroso
para así
transmitir
la epidemia -el Estío-
que absorba la Dulzura
y oblitere Intimidad:
es una quietud empalagosa.
No hay un movimiento más que pendular
en anodina
pantomima
de la desesperación.
Los cuerpos flotando, reptando,
frotándose;
escupiéndose el pudor,
y el sudor
que secreta sin cesar;
está esta sombra
que se queda, detenida,
en el fondo de un vaso plástico de café,
-en que alguien ha suplido
que no ha desayunado-
abollado como un frasco
de loción contra el sol,
abollado.
No hay un movimiento más que pendular
en anodina
pantomima
de la desesperación.
Y ya no hay más Temperatura.
Lame la mañana
el cuerpo muerto de una luz:
el sol luce abollado
en un frasco de loción
contra el sol:
durmiendo entre las rocas,
cuidado por jeringas
-las ninfas de la playa-,
un virus amoroso
para así
transmitir
la epidemia -el Estío-
que absorba la Dulzura
y oblitere Intimidad:
es una quietud empalagosa.
No hay un movimiento más que pendular
en anodina
pantomima
de la desesperación.
Los cuerpos flotando, reptando,
frotándose;
escupiéndose el pudor,
y el sudor
que secreta sin cesar;
está esta sombra
que se queda, detenida,
en el fondo de un vaso plástico de café,
-en que alguien ha suplido
que no ha desayunado-
abollado como un frasco
de loción contra el sol,
abollado.
No hay un movimiento más que pendular
en anodina
pantomima
de la desesperación.
Y ya no hay más Temperatura.
Uno de Héctor Viel Temperley
QUÉ CALOR HACE, MADRE
Qué calor hace, madre.
Quiero inyectarme un poco
de agua helada
en la vena del brazo.
Hasta en los cielos últimos
necesita beber agua
la carne.
El verano en que resucitemos
tendrá un molino cerca
con un chorro blanquísimo
sepultado en la vena.
Qué calor hace, madre.
Quiero inyectarme un poco
de agua helada
en la vena del brazo.
Hasta en los cielos últimos
necesita beber agua
la carne.
El verano en que resucitemos
tendrá un molino cerca
con un chorro blanquísimo
sepultado en la vena.
10.9.05
Uno de Gonzalo Rojas
NO LE COPIEN A POUND
No le copien a Pound, no le copien al copión maravilloso
de Ezra, déjenlo que escriba su misa en persa, en cairo-arameo, en sánscrito,
con su chino a medio aprender, su griego translúcido
de diccionario, su latín de hojarasca, su libérrimo
Mediterráneo borroso, nonagenario el artificio
de hacer y rehacer hasta llegar a tientas al gran palimpsesto de lo Uno;
no lo juzguen por la dispersión: había que juntar los átomos,
tejerlos así, de lo visible a lo invisible, en la urdimbre de lo fugaz
y las cuerdas inmóviles; déjenlo suelto
con su ceguera para ver, para ver otra vez, porque el verbo es ése: ver,
y ése el Espíritu, lo inacabado
y lo ardiente, lo que de veras amamos
y nos ama, si es que somos Hijo de Hombre
y de Mujer, lo innumerable al fondo de lo innombrable;
no, nuevos semidioses
del lenguaje sin Logos, de la histeria, aprendices
del portento original, no le roben la sombra
al sol, piensen en el cántico
que se abre cuando se cierra como la germinación, háganse aire,
aire-hombre como el viejo Ez, que anduvo siempre en el peligro, salten intrépidos
de las vocales a las estrellas, tenso el arcode la contradicción en todas la velocidades de lo posible, aire y más aire
para hoy y para siempre, antes
y después de lo purpúreo
del estallido
simultáneo, instantáneo
de la rotación, porque este mundo parpadeante sangrará, saltará de su eje mortal, y adiós ubérrimas tradiciones de luz y mármol, y arrogancia; ríanse de Ezra
y sus arrugas, ríanse desde ahora hasta entonces, pero no lo saqueen; ríanse, livianas
generaciones que van y vienen como el polvo, pululación
de letrados, ríanse, ríanse de Pound
con su Torre de Babel a cuestas como un aviso de lo otro que vino en su lengua;
cántico,
hombres de poca fe, piensen en el cántico.
No le copien a Pound, no le copien al copión maravilloso
de Ezra, déjenlo que escriba su misa en persa, en cairo-arameo, en sánscrito,
con su chino a medio aprender, su griego translúcido
de diccionario, su latín de hojarasca, su libérrimo
Mediterráneo borroso, nonagenario el artificio
de hacer y rehacer hasta llegar a tientas al gran palimpsesto de lo Uno;
no lo juzguen por la dispersión: había que juntar los átomos,
tejerlos así, de lo visible a lo invisible, en la urdimbre de lo fugaz
y las cuerdas inmóviles; déjenlo suelto
con su ceguera para ver, para ver otra vez, porque el verbo es ése: ver,
y ése el Espíritu, lo inacabado
y lo ardiente, lo que de veras amamos
y nos ama, si es que somos Hijo de Hombre
y de Mujer, lo innumerable al fondo de lo innombrable;
no, nuevos semidioses
del lenguaje sin Logos, de la histeria, aprendices
del portento original, no le roben la sombra
al sol, piensen en el cántico
que se abre cuando se cierra como la germinación, háganse aire,
aire-hombre como el viejo Ez, que anduvo siempre en el peligro, salten intrépidos
de las vocales a las estrellas, tenso el arcode la contradicción en todas la velocidades de lo posible, aire y más aire
para hoy y para siempre, antes
y después de lo purpúreo
del estallido
simultáneo, instantáneo
de la rotación, porque este mundo parpadeante sangrará, saltará de su eje mortal, y adiós ubérrimas tradiciones de luz y mármol, y arrogancia; ríanse de Ezra
y sus arrugas, ríanse desde ahora hasta entonces, pero no lo saqueen; ríanse, livianas
generaciones que van y vienen como el polvo, pululación
de letrados, ríanse, ríanse de Pound
con su Torre de Babel a cuestas como un aviso de lo otro que vino en su lengua;
cántico,
hombres de poca fe, piensen en el cántico.
9.9.05
Uno de Beatriz Vignoli
LA CAÍDA
Si te dicen que caí
es que caí.
Verticalmente.
Y con horizontales resultados.
Soy, del ángulo recto
solamente los lados.
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsión ornamental del héroe
que hace que su caer se luzca como un salto.
Ese rizo del mártir que, ascendiendo
se sale de la víctima
y su propio tormento sobrevuela
no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,
caigo.
No hay parábola
ni aire, ni fuerza de sustentación.
Un resbalón: espero. Al suelo llego
por la ruta más breve.
Un alud, una piedra,
una viga a la que han dinamitado.
No hay astucias del cuerpo en mi descenso.
Se sobrevive: el fondo
del abismo es más blando
para quien no vuela, sólo cae.
Si te dicen que caí,
no vengas
a enseñarme aerodinámica revisionista.
No me cuentes de los que cayeron venciendo.
No vengas a decirme
que no crees que haya sido un accidente.
En lo único que creo es en el accidente.
Lo único que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningún motivo,
es desmoronarse porque sí.
Si te dicen que caí
es que caí.
Verticalmente.
Y con horizontales resultados.
Soy, del ángulo recto
solamente los lados.
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsión ornamental del héroe
que hace que su caer se luzca como un salto.
Ese rizo del mártir que, ascendiendo
se sale de la víctima
y su propio tormento sobrevuela
no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,
caigo.
No hay parábola
ni aire, ni fuerza de sustentación.
Un resbalón: espero. Al suelo llego
por la ruta más breve.
Un alud, una piedra,
una viga a la que han dinamitado.
No hay astucias del cuerpo en mi descenso.
Se sobrevive: el fondo
del abismo es más blando
para quien no vuela, sólo cae.
Si te dicen que caí,
no vengas
a enseñarme aerodinámica revisionista.
No me cuentes de los que cayeron venciendo.
No vengas a decirme
que no crees que haya sido un accidente.
En lo único que creo es en el accidente.
Lo único que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningún motivo,
es desmoronarse porque sí.
7.9.05
Sabe Dios lo infeliz que soy ahora (The Smiths)
Holgaba en la neblina de un instante ebrio,
¡sabe Dios lo infeliz que soy ahora!
Estaba sin trabajo, y conseguí trabajo,
¡sabe Dios lo infeliz que soy ahora!
¿Por qué malgasto mi valioso tiempo
en gente a la que no le importo nada?
Pasan al lado mío dos amantes, del brazo,
¡sabe Dios lo infeliz que soy ahora!
Estaba sin trabajo, y conseguí trabajo
¡sabe Dios lo infeliz que soy ahora!
¿Por qué malgasto mi valioso tiempo
en gente a lo que no le importo nada?
Ante lo que me dijo la otra noche,
Calígula se habría sonrojado:
“Hoy estuviste demasiado en casa”,
me dijo, y yo (obviamente) salí despavorido.
¿Por qué le pongo mi mejor sonrisa
a gente a la que habría que escupirle?
Holgaba en la neblina de un instante ebrio,
¡sabe Dios lo infeliz que soy ahora!
¡sabe Dios lo infeliz que soy ahora!
Estaba sin trabajo, y conseguí trabajo,
¡sabe Dios lo infeliz que soy ahora!
¿Por qué malgasto mi valioso tiempo
en gente a la que no le importo nada?
Pasan al lado mío dos amantes, del brazo,
¡sabe Dios lo infeliz que soy ahora!
Estaba sin trabajo, y conseguí trabajo
¡sabe Dios lo infeliz que soy ahora!
¿Por qué malgasto mi valioso tiempo
en gente a lo que no le importo nada?
Ante lo que me dijo la otra noche,
Calígula se habría sonrojado:
“Hoy estuviste demasiado en casa”,
me dijo, y yo (obviamente) salí despavorido.
¿Por qué le pongo mi mejor sonrisa
a gente a la que habría que escupirle?
Holgaba en la neblina de un instante ebrio,
¡sabe Dios lo infeliz que soy ahora!
Uno de Joaquín Giannuzzi
CONTEMPORÁNEO
Contemporáneo: hay poco tiempo aquí, entre nosotros;
ahora que atraviesas la época y la calle con un cierto
estupor acosado, recuerdas que no hay tiempo y caminas
de un sitio para otro sin saber qué sentido
otorgar a tus perplejos movimientos.
Pero tú andas el camino del sol, conoces que no hay tiempo
para olvidar tu neurosis y la ajena, ordenar los papeles,
escuchar una música hasta el fin, devolver el saludo
y tenderte en el sol sin mentir ni opinar.
Pero también recuerdas: te nacieron, te dieron sombra,
te enfermaron, te operaron y después a la calle,
a inventarse otra vez a sí mismo,
precaverse del crimen ultimando a los otros: la época
hizo de ti una historia puramente esquemática.
Entonces, amargado, ofendido, engañado sin tregua
fue una vergüenza el mundo y tu país y un poco a ciegas
“hay algo aquí —dijiste— que no entiendo, un error
de perspectiva en esto de integrar la especie,
una calamidad de entrada, un sistema que falla por la base:
esta vida, este momento universal que me ha tocado
a mí precisamente”. Y no pudiste definirlo. “No se puede
—dijiste— hablar claro; pero qué hago yo con este rostro,
si la desgracia tiene una especial coherencia,
si la tiene conmigo y siempre pago, si el cáncer
y el salario y la muerte me salvan de la lógica:
si es cosa seria elegir y difícil
exhibir documentos sin sentirse culpable
y no obstante ser nadie a pesar de mis ojos.”
De acuerdo, señor mío, de acuerdo, decían tus amigos
en noches de verano, todos de acuerdo estamos, pero tú
¿dónde ibas a meterte?
Eras juicioso, caías en la edad
en que no estar conforme y ser equivocado e insensato
eran insoportables lujos para ti que tampoco
de tu mente sacabas conclusiones ni justicia; de manera
que te quedó un perverso hueco de la noche,
minutos antes de dormir-morir, donde arrojar el perro
mental que padecías bajo el cráneo: el mundo, cavilabas,
que merecido está por nuestros huesos, qué medida
implacable tomó de nuestra piel para meternos dentro
de sus indiferentes construcciones y dejarnos después
la primera y la última palabra; porque hay algo, supongo,
desde abajo, empujando, como un puño que rige
los tristes movimientos de la gente; una razón primaria
que determina y envenena el resto: la mentira en la cara,
pero antes el dinero y la muerte, el poder y la culpa,
algo habrá que se defina por sí mismo
y no por sus podridas consecuencias; de modo que aquí estamos
en el vicioso círculo de un perro
que va siguiendo un ilusorio hueso
adherido al extremo de su cola. Hasta que el perro se durmió
en un inexplicable rincón de tu cabeza y hubo paz
y hubo tiempo y espacio para todo. Tú gozabas
el indulto del mundo, aniquilado
antes del alba-náusea, mientras caía la lluvia
sobre la tumba de papá y mamá
y sobre la de todos esos héroes de nuestro tiempo.
Contemporáneo: hay poco tiempo aquí, entre nosotros;
ahora que atraviesas la época y la calle con un cierto
estupor acosado, recuerdas que no hay tiempo y caminas
de un sitio para otro sin saber qué sentido
otorgar a tus perplejos movimientos.
Pero tú andas el camino del sol, conoces que no hay tiempo
para olvidar tu neurosis y la ajena, ordenar los papeles,
escuchar una música hasta el fin, devolver el saludo
y tenderte en el sol sin mentir ni opinar.
Pero también recuerdas: te nacieron, te dieron sombra,
te enfermaron, te operaron y después a la calle,
a inventarse otra vez a sí mismo,
precaverse del crimen ultimando a los otros: la época
hizo de ti una historia puramente esquemática.
Entonces, amargado, ofendido, engañado sin tregua
fue una vergüenza el mundo y tu país y un poco a ciegas
“hay algo aquí —dijiste— que no entiendo, un error
de perspectiva en esto de integrar la especie,
una calamidad de entrada, un sistema que falla por la base:
esta vida, este momento universal que me ha tocado
a mí precisamente”. Y no pudiste definirlo. “No se puede
—dijiste— hablar claro; pero qué hago yo con este rostro,
si la desgracia tiene una especial coherencia,
si la tiene conmigo y siempre pago, si el cáncer
y el salario y la muerte me salvan de la lógica:
si es cosa seria elegir y difícil
exhibir documentos sin sentirse culpable
y no obstante ser nadie a pesar de mis ojos.”
De acuerdo, señor mío, de acuerdo, decían tus amigos
en noches de verano, todos de acuerdo estamos, pero tú
¿dónde ibas a meterte?
Eras juicioso, caías en la edad
en que no estar conforme y ser equivocado e insensato
eran insoportables lujos para ti que tampoco
de tu mente sacabas conclusiones ni justicia; de manera
que te quedó un perverso hueco de la noche,
minutos antes de dormir-morir, donde arrojar el perro
mental que padecías bajo el cráneo: el mundo, cavilabas,
que merecido está por nuestros huesos, qué medida
implacable tomó de nuestra piel para meternos dentro
de sus indiferentes construcciones y dejarnos después
la primera y la última palabra; porque hay algo, supongo,
desde abajo, empujando, como un puño que rige
los tristes movimientos de la gente; una razón primaria
que determina y envenena el resto: la mentira en la cara,
pero antes el dinero y la muerte, el poder y la culpa,
algo habrá que se defina por sí mismo
y no por sus podridas consecuencias; de modo que aquí estamos
en el vicioso círculo de un perro
que va siguiendo un ilusorio hueso
adherido al extremo de su cola. Hasta que el perro se durmió
en un inexplicable rincón de tu cabeza y hubo paz
y hubo tiempo y espacio para todo. Tú gozabas
el indulto del mundo, aniquilado
antes del alba-náusea, mientras caía la lluvia
sobre la tumba de papá y mamá
y sobre la de todos esos héroes de nuestro tiempo.
6.9.05
Salmo 126
-CANTO DE LAS SUBIDAS DE SALOMÓN
Si el Señor no construye la morada, en vano se fatigan quienes la construyen. Si el Señor no vigila la ciudad, en vano se desvelan quienes la vigilan.
En vano es que madruguen y que velen en vez de descansar los que comen el pan de la tristeza, cuando a aquéllos que ama se los da durante el sueño.
La herencia del Señor son los hijos: la paga de los frutos del vientre.
Como flechas en mano poderosa, así los hijos de quienes no se han contenido.
Feliz aquel que sacie su deseo: no sentirá vergüenza de ellos cuando discutan en la puerta con sus enemigos.
(Del griego de la Septuaginta.)
Si el Señor no construye la morada, en vano se fatigan quienes la construyen. Si el Señor no vigila la ciudad, en vano se desvelan quienes la vigilan.
En vano es que madruguen y que velen en vez de descansar los que comen el pan de la tristeza, cuando a aquéllos que ama se los da durante el sueño.
La herencia del Señor son los hijos: la paga de los frutos del vientre.
Como flechas en mano poderosa, así los hijos de quienes no se han contenido.
Feliz aquel que sacie su deseo: no sentirá vergüenza de ellos cuando discutan en la puerta con sus enemigos.
(Del griego de la Septuaginta.)
Salmo 136
-DE DAVID.
Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentamos y lloramos acordándonos de Sión.
Allí mismo, en los sauces, colgamos nuestros instrumentos.
Porque allí nos pidieron quienes nos tenían cautivos las letras de nuestras canciones, y los que nos habían deportado, himnos: “¡Canten para nosotros las canciones de Sión!”
¿Cómo podríamos cantar un canto del Señor en tierra extraña?
¡Si me olvido de ti, Jerusalem, que mi mano derecha se me olvide!
¡Que mi lengua se pegue a la garganta, si me olvido de ti, si no coloco a Jerusalem en el principio de mi dicha!
Acuérdate, Señor, de los hijos de Edom, el día de Jerusalem, de aquellos que decían: “¡Arrásenla, arrásenla hasta los cimientos!”.
¡Hija de Babilonia, desgraciada, feliz el que te pague con lo que nos pagaste!
¡Feliz quien se apodere de tus niños, y los estrelle contra las piedras!
(Del griego de la Septuaginta).
Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentamos y lloramos acordándonos de Sión.
Allí mismo, en los sauces, colgamos nuestros instrumentos.
Porque allí nos pidieron quienes nos tenían cautivos las letras de nuestras canciones, y los que nos habían deportado, himnos: “¡Canten para nosotros las canciones de Sión!”
¿Cómo podríamos cantar un canto del Señor en tierra extraña?
¡Si me olvido de ti, Jerusalem, que mi mano derecha se me olvide!
¡Que mi lengua se pegue a la garganta, si me olvido de ti, si no coloco a Jerusalem en el principio de mi dicha!
Acuérdate, Señor, de los hijos de Edom, el día de Jerusalem, de aquellos que decían: “¡Arrásenla, arrásenla hasta los cimientos!”.
¡Hija de Babilonia, desgraciada, feliz el que te pague con lo que nos pagaste!
¡Feliz quien se apodere de tus niños, y los estrelle contra las piedras!
(Del griego de la Septuaginta).
5.9.05
Salmo 1
Feliz el que no acude a la asamblea de los impíos, ni se para en el camino de los pecadores, ni se sienta a la mesa de la pestilencia.
En la ley del Señor está su voluntad, y en su ley se ejercita noche y día.
Y será como un árbol plantado junto a las corrientes de agua, que da fruto oportuno, y su follaje no se cae, y todo lo que haga saldrá bien.
No como los impíos, que serán como espuma que se lleva el viento de la faz de la tierra.
No se alzarán, por esto, los impíos en el juicio ni los pecadores en la asamblea de los justos.
Porque el Señor conoce el camino de los justos, y se pierde el camino de los pecadores.
(Del griego de la Septuaginta).
En la ley del Señor está su voluntad, y en su ley se ejercita noche y día.
Y será como un árbol plantado junto a las corrientes de agua, que da fruto oportuno, y su follaje no se cae, y todo lo que haga saldrá bien.
No como los impíos, que serán como espuma que se lleva el viento de la faz de la tierra.
No se alzarán, por esto, los impíos en el juicio ni los pecadores en la asamblea de los justos.
Porque el Señor conoce el camino de los justos, y se pierde el camino de los pecadores.
(Del griego de la Septuaginta).
Uno de Mirta Rosenberg
UNA ELEGÍA
En la época de mi madre
las mujeres eran probables.
Mi madre se sentaba junto a mi abuela
y las dos eran completamente de carne y hueso.
Yo soy apenas una secuela estable
de aquel exceso de realidad.
Y en la ansiedad del pasado indefinido,
en el aspecto durativo de elegir,
escribo ahora: una elegía.
En la época de mi madre
las mujeres eran perdurables,
completamente hueso y carne.
Mi madre se ponía el collar
de plata y de turquesas
que mi padre le había traído de Suecia
y se sentaba a la mesa como una especie exótica,
para que todo se volviera más grande que la vida,
y cualquier ficción fuera posible.
En la época de mi madre, las mujeres
eran un quid: mi madre nos contó
a mi hermano y a mí: "cuando salía de la escuela,
iba a buscar a mi padre al trabajo,
en Santa Fe, y los compañeros le decían es un biscuit,
tu hija es un biscuit, y nunca supe qué querían decir,
qué era un biscuit", un bizcocho estando muy enferma,
una porcelana exquisita todavía para nosotros,
y mi hermano apurándola: "¿Y?"
No sé qué es un biscuit, ¿una especie exótica
algo de todos modos, especial? Igual
andaba delicadamente por la casa, rozando los ochenta
como se roza una herida
con una gasa.
En la época de mi madre
las mujeres eran muy visibles.
Mi madre se miraba en los espejos
y yo no llegaba a abarcar
su imagen con mis ojos. Me excedía,
la intuía a lo lejos como algo que se añora.
Como ahora,
una elegía.
A la criatura adorable
fijada en lo remoto de la foto,
que ya a los ocho años parecía
más grande que la vida: te extraño,
aunque no te conocía. Eso fue antes
que a mí me dieras vida
en un tamaño apenas natural.
Igual,
una elegía.
Y a la otra de la foto que espero
conservar, la mujer bella que sostiene
el libro ante la hija de un año
en el engaño de la lectura:
te quiero por lo que dura, y es suficiente
leer en el presente, aunque se haya apagado
tu estrella.
Por ella,
una elegía.
Ahora soy la fotografía
y vos el líquido revelador. Tu muerte
me convierte en yo: como una ciencia aplicada
soy la causa y el efecto,
el ensayo y el error, este vacío
de la nada que golpea mi corazón
como cáscara vacía.
Una elegía,
cada vez con más razón.
En la época de mi madre
las mujeres eran probables.
Mi madre se sentaba junto a mi abuela
y las dos eran completamente de carne y hueso.
Yo soy apenas una secuela estable
de aquel exceso de realidad.
Y en la ansiedad del pasado indefinido,
en el aspecto durativo de elegir,
escribo ahora: una elegía.
En la época de mi madre
las mujeres eran perdurables,
completamente hueso y carne.
Mi madre se ponía el collar
de plata y de turquesas
que mi padre le había traído de Suecia
y se sentaba a la mesa como una especie exótica,
para que todo se volviera más grande que la vida,
y cualquier ficción fuera posible.
En la época de mi madre, las mujeres
eran un quid: mi madre nos contó
a mi hermano y a mí: "cuando salía de la escuela,
iba a buscar a mi padre al trabajo,
en Santa Fe, y los compañeros le decían es un biscuit,
tu hija es un biscuit, y nunca supe qué querían decir,
qué era un biscuit", un bizcocho estando muy enferma,
una porcelana exquisita todavía para nosotros,
y mi hermano apurándola: "¿Y?"
No sé qué es un biscuit, ¿una especie exótica
algo de todos modos, especial? Igual
andaba delicadamente por la casa, rozando los ochenta
como se roza una herida
con una gasa.
En la época de mi madre
las mujeres eran muy visibles.
Mi madre se miraba en los espejos
y yo no llegaba a abarcar
su imagen con mis ojos. Me excedía,
la intuía a lo lejos como algo que se añora.
Como ahora,
una elegía.
A la criatura adorable
fijada en lo remoto de la foto,
que ya a los ocho años parecía
más grande que la vida: te extraño,
aunque no te conocía. Eso fue antes
que a mí me dieras vida
en un tamaño apenas natural.
Igual,
una elegía.
Y a la otra de la foto que espero
conservar, la mujer bella que sostiene
el libro ante la hija de un año
en el engaño de la lectura:
te quiero por lo que dura, y es suficiente
leer en el presente, aunque se haya apagado
tu estrella.
Por ella,
una elegía.
Ahora soy la fotografía
y vos el líquido revelador. Tu muerte
me convierte en yo: como una ciencia aplicada
soy la causa y el efecto,
el ensayo y el error, este vacío
de la nada que golpea mi corazón
como cáscara vacía.
Una elegía,
cada vez con más razón.
Uno de Luis Cernuda
BIRDS IN THE NIGHT
El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida
En esa casa de 8 Great College Street, Camden Town, Londres,
Adonde en una habitación Rimbaud y Verlaine, rara pareja,
Vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron,
Durante algunas breves semanas tormentosas.
Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y alcalde,
Todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y Rimbaud cuando vivían.
La casa es triste y pobre, como el barrio,
Con la tristeza sórdida que va con lo que es pobre,
No la tristeza funeral de lo que es rico sin espíritu.
Cuando la tarde cae, como en el tiempo de ellos,
Sobre su acera, húmedo y gris el aire, un organillo
Suena, y los vecinos, de vuelta del trabajo,
Bailan unos, los jóvenes, los otros van a la taberna.
Corta fue la amistad singular de Verlaine el borracho
Y de Rimbaud el golfo, querellándose largamente.
Mas podemos pensar que acaso un buen instante
Hubo para los dos, al menos si recordaba cada uno
Que dejaron atrás la madre inaguantable y la aburrida esposa.
Pero la libertad no es de este mundo, y los libertos,
En ruptura con todo, tuvieron que pagarla a precio alto.
Sí, estuvieron ahí, la lápida lo dice, tras el muro,
Presos de su destino: la amistad imposible, la amargura
De la separación, el escándalo luego; y para éste
El proceso, la cárcel por dos años, gracias a sus costumbres
Que sociedad y ley condenan, hoy al menos; para aquél a solas
Errar desde un rincón a otro de la tierra,
Huyendo a nuestro mundo y su progreso renombrado.
El silencio del uno y la locuacidad banal del otro
Se compensaron. Rimbaud rechazó la mano que oprimía
Su vida; Verlaine la besa, aceptando su castigo.
Uno arrastra en el cinto el oro que ha ganado; el otro
Lo malgasta en ajenjo y mujerzuelas. Pero ambos
En entredicho siempre de las autoridades, de la gente
Que con trabajo ajeno se enriquece y triunfa.
Entonces hasta la negra prostituta tenía derecho de insultarles;
Hoy, como el tiempo ha pasado, como pasa en el mundo,
Vida al margen de todo, sodomía, borrachera, versos escarnecidos,
Ya no importan en ellos, y Francia usa de ambos nombres y ambas obras
Para mayor gloria de Francia y su arte lógico.
Sus actos y sus pasos se investigan, dando al público
Detalles íntimos de sus vidas. Nadie se asusta ahora, ni protesta.
"¿Verlaine? Vaya, amigo mío, un sátiro, un verdadero sátiro.
Cuando de la mujer se trata; bien normal era el hombre,
Igual que usted y que yo. ¿Rimbaud? Católico sincero, como está demostrado."
Y se recitan trozos del “Barco Ebrio” y del soneto a las “Vocales”.
Mas de Verlaine no se recita nada, porque no está de moda
Como el otro, del que se lanzan textos falsos en edición de lujo;
Poetas mozos de todos los países hablan mucho de él en sus provincias.
¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos?
Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable
Para aquellos que vivieron por la palabra y murieron por ella,
Como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio allá no evita
Acá la farsa elogiosa repugnante. Alguna vez deseó uno
Que la humanidad tuviese una sola cabeza, para así cortársela.
Tal vez exageraba: si fuera sólo una cucaracha, y aplastarla.
El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida
En esa casa de 8 Great College Street, Camden Town, Londres,
Adonde en una habitación Rimbaud y Verlaine, rara pareja,
Vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron,
Durante algunas breves semanas tormentosas.
Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y alcalde,
Todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y Rimbaud cuando vivían.
La casa es triste y pobre, como el barrio,
Con la tristeza sórdida que va con lo que es pobre,
No la tristeza funeral de lo que es rico sin espíritu.
Cuando la tarde cae, como en el tiempo de ellos,
Sobre su acera, húmedo y gris el aire, un organillo
Suena, y los vecinos, de vuelta del trabajo,
Bailan unos, los jóvenes, los otros van a la taberna.
Corta fue la amistad singular de Verlaine el borracho
Y de Rimbaud el golfo, querellándose largamente.
Mas podemos pensar que acaso un buen instante
Hubo para los dos, al menos si recordaba cada uno
Que dejaron atrás la madre inaguantable y la aburrida esposa.
Pero la libertad no es de este mundo, y los libertos,
En ruptura con todo, tuvieron que pagarla a precio alto.
Sí, estuvieron ahí, la lápida lo dice, tras el muro,
Presos de su destino: la amistad imposible, la amargura
De la separación, el escándalo luego; y para éste
El proceso, la cárcel por dos años, gracias a sus costumbres
Que sociedad y ley condenan, hoy al menos; para aquél a solas
Errar desde un rincón a otro de la tierra,
Huyendo a nuestro mundo y su progreso renombrado.
El silencio del uno y la locuacidad banal del otro
Se compensaron. Rimbaud rechazó la mano que oprimía
Su vida; Verlaine la besa, aceptando su castigo.
Uno arrastra en el cinto el oro que ha ganado; el otro
Lo malgasta en ajenjo y mujerzuelas. Pero ambos
En entredicho siempre de las autoridades, de la gente
Que con trabajo ajeno se enriquece y triunfa.
Entonces hasta la negra prostituta tenía derecho de insultarles;
Hoy, como el tiempo ha pasado, como pasa en el mundo,
Vida al margen de todo, sodomía, borrachera, versos escarnecidos,
Ya no importan en ellos, y Francia usa de ambos nombres y ambas obras
Para mayor gloria de Francia y su arte lógico.
Sus actos y sus pasos se investigan, dando al público
Detalles íntimos de sus vidas. Nadie se asusta ahora, ni protesta.
"¿Verlaine? Vaya, amigo mío, un sátiro, un verdadero sátiro.
Cuando de la mujer se trata; bien normal era el hombre,
Igual que usted y que yo. ¿Rimbaud? Católico sincero, como está demostrado."
Y se recitan trozos del “Barco Ebrio” y del soneto a las “Vocales”.
Mas de Verlaine no se recita nada, porque no está de moda
Como el otro, del que se lanzan textos falsos en edición de lujo;
Poetas mozos de todos los países hablan mucho de él en sus provincias.
¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos?
Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable
Para aquellos que vivieron por la palabra y murieron por ella,
Como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio allá no evita
Acá la farsa elogiosa repugnante. Alguna vez deseó uno
Que la humanidad tuviese una sola cabeza, para así cortársela.
Tal vez exageraba: si fuera sólo una cucaracha, y aplastarla.
Uno de Hugo Padeletti
FÁBULA
¿Qué pueden prometernos las vetustas
murallas,
la sumisión, el lento
tenerse de las ruinas?
Yo las veía siempre desde adentro
hasta que en mí la abeja, despertándose,
dijo:
-'Esta miel no es la miel'-
y desertó
de las flores con nombre.
Pero al dejar atrás los colmenares
tasados
(donde el árbol demuestra su razón
en el mango del hacha)
se perdió por el mar, el sumergido
pensamiento del mar
y las mareas
del sentido.
¿Qué pueden prometernos las vetustas
murallas,
la sumisión, el lento
tenerse de las ruinas?
Yo las veía siempre desde adentro
hasta que en mí la abeja, despertándose,
dijo:
-'Esta miel no es la miel'-
y desertó
de las flores con nombre.
Pero al dejar atrás los colmenares
tasados
(donde el árbol demuestra su razón
en el mango del hacha)
se perdió por el mar, el sumergido
pensamiento del mar
y las mareas
del sentido.