Los puros (Robert Hass)
Los caminos que llevan de acá al norte están secos.
Los primeros capullos rojos plantan la mortífera primavera,
y bandadas de reyes de codornices vuelan bajo y cubren
los campos de París hasta Bezières.
Ésta es la cosecha de Dios: el chico del pueblo
al que le cortaron la lengua en dos,
las arpías del pueblo que se pelan los cartílagos
de las rodillas para arrastrarse a Carcassone.
–Si el mundo no fuera en sí mismo malo,
dijo el bendito, entonces cada decisión
no sería una pérdida.
El mal de la época es la carne,
dijo. Por eso construimos en piedra.
Los muertos, con sus labios negros, yacen apilados
el uno sobre el otro, en una intimidad como de amantes.
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