La linde del bosque (Brenda Hillman)
Se elevó el infinito:
jadeo de esmeraldas.
Me pareció sentir
los encumbrados árboles nocturnos
entre ellos,
ninguna exactitud,
una espera siquiera
conocida hasta ahora.
Levanté mi violeta;
ningún olor.
Hizo que adentro una señal
chirriara,
murciélagos, ceceos orgullosos;
ah, sus pequeñas cosas,
su aliento: los pulmones de un cuadro
me arrastraron
en cuatro direcciones, con sus planos
cuadrados, tal como yo
hice mi buen cuadrado:
vos yo
vos no yo
no vos yo
no vos no yo
ritual de la esperanza
cuyo peso no se ha determinado
jadeo de esmeraldas.
Me pareció sentir
los encumbrados árboles nocturnos
entre ellos,
ninguna exactitud,
una espera siquiera
conocida hasta ahora.
Levanté mi violeta;
ningún olor.
Hizo que adentro una señal
chirriara,
murciélagos, ceceos orgullosos;
ah, sus pequeñas cosas,
su aliento: los pulmones de un cuadro
me arrastraron
en cuatro direcciones, con sus planos
cuadrados, tal como yo
hice mi buen cuadrado:
vos yo
vos no yo
no vos yo
no vos no yo
ritual de la esperanza
cuyo peso no se ha determinado
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