Espejos a las cuatro de la mañana (Charles Simic)
Hay que acercarse a ellos de costado,
en cuartos en penumbra,
vislumbrar su vacío,
sin que ellos
te vislumbren a vos.
He aquí el secreto:
hasta la cama vacía es una carga para ellos,
un simulacro.
Se sienten más a gusto en compañía
de una pared desnuda,
en compañía del tiempo y de la eternidad.
Los cuales –y perdonen que lo diga–
no reflejan su imagen
al mirarse en el espejo,
mientras vos, parado ahí a un costado,
sacás un pañuelito
y te secás la cara disimuladamente.
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