19.11.12

Muerte por agua (Robert Bringhurst)

 
No fue su cara ni ninguna
otra lo que Narciso vio
en el agua, sino la ausencia allí
de toda cara. Era la claridad profunda
del estanque azul aquello a lo que regresaba una y otra
vez, y lo que volvía a él cuando él iba a buscarla,
escapándose octubre tras octubre
y cada tarde,
para huir del verano sin salida al mar,
para huir de los brazos de su voz,
huir de sus palabras.

Se podría decir que era su ojo
lo que veía ahí, o
la resonancia de su color.
Mejor aun, se podría decir
que era lo que esperaba
escuchar: el susurro grave
de la luz en el agua, y no
el ruido entre las piedras.

Li Po también. Al igual que nosotros–
aunque por el amor de escuchar
nuestras voces, y por miedo a escuchar
nuestras palabras en la voz de los otros
que vuelven de la tierra, hablamos y escuchamos a la vez
y miramos las largas lagunas de aire azul que vienen a nosotros y decimos
que no hacen ningún ruido, que no tienen
cara, que tienen cada una los ojos del otro.