12.10.09

Los conversadores (Sharon Olds)

Pasamos la semana entera conversando.
Habíamos nacido el mismo año y en el mismo hospital,
y teníamos tanto que contarnos
que no podíamos parar; de mañana, en el porche,
conversábamos, mientras yo me peinaba
y los pelitos que caían flotaban por el aire
bajando la colina, rumbo al valle.
Yendo a buscar el auto, conversábamos;
por encima del techo, suave y acampanado, seguíamos conversando
mientras abríamos la puerta;
después nos agachábamos y estábamos los dos, con medio cuerpo adentro,
conversando. Cuando nos encontrábamos en pleno día,
lo primero que hacíamos al vernos era abrir la boca.
Durante todo el día nos cantábamos la música
ambiente del lenguaje oral. Ni siquiera parábamos
para comer: le hablaba a través de los restos masticados
de una galletita, mientras lo salpicaba amablemente
con las migas. Hablábamos
mientras volvíamos al auto, y nos quedábamos parados,
conversando, uno de cada lado,
hasta que se vaciaba el estacionamiento,
y entonces nos poníamos a hablar de un tema nuevo con las manos agarradas
al techito marrón. De su mujer
demasiado no hablábamos, tampoco de mi esposo;
pero acerca de todo lo demás
le sacábamos chispas a la lengua;
mientras nos dábamos un baño de inmersión,
o al subir caminando por la calle empinada,
con los pies en el suelo caliente y polvoriento,
igual que si estuviéramos pisando los iones sobre un ala; y en la arena
el uno junto al otro, al darnos vuelta, aquellas mismas vueltas
que de haber sido el uno sobre el otro habrían sido
las vueltas del placer; y bajo el agua, incluso,
salían de nuestras bocas, encadenadas delicadamente
nuestras frases. Pero de noche, por lo general
casi toda la noche, conversábamos
hasta caer rendidos, como si, de detenernos un instante apenas,
irremediablemente hubiéramos tenido que ir el uno hacia el otro. Hoy me dijo
que sería capaz de conversar conmigo para siempre:
yo creo que es así la vida de los ángeles,
sentados uno frente al otro, inmersos
en la dicha de compartir un mismo espíritu. Dios mío,
nunca van a tocarse.

6 Comments:

Blogger nv said...

muy hermoso

3:31 a. m.  
Blogger Ana Miravalles said...

impresionante... muy bueno

1:17 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

el final es espéctacular, como siempre Sharon olds es capaz de mostranos las dos cras de algo sin que una falsé a la otra.
Muy bueno, gracias Zaidenwerg.

Pablo Cordero

2:30 p. m.  
Blogger Bettina said...

Muy bueno. Muchas Gracias!
Hernán Lucas

5:00 p. m.  
Anonymous daphne said...

irónica y sutil...quién pudiera! admirable poema y traducción.

9:59 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Cuando más me gusta la poesía es cuando fondo y forma van absolutamente de la mano: cuando la forma ejemplifica el contenido y el contenido contiene la forma. Aquí sucede justamente eso: el poema tematiza la conversación como torrente lingüístico continuado, expresión de la proximidad del alma de los interlocutores. Así, el poema evoluciona con ritmo constante, repetitivo, melódico e imparable. La puntuación y el ritmo (sólo puedo hacer referencia al ritmo de la versión en español; desconozco el texto original) condensan todos estos aspectos a la perfección. Pero de modo más sutil, también se presenta una cara B, algo más oscura y cuestionable: la de la conversación continua, constante y agobiante como medio para la pasividad, como herramienta contra el horror vacui entre dos potenciales amantes, para así evitar el paso definitivo de la relación física. También este agobio queda patente en las oraciones sin fin, la narración casi sin puntos, las estructuras sintácticas repetitivas.
Como lectora, estoy totalmente en manos de la versión en español, que fluye limpia, constante e inagotable y agobiante también, sobre todo en términos rítmicos.

Hay un verso ("igual que si estuviéramos pisando los iones sobre un ala") que me resulta sumamente misterioso, como ajeno, que me provoca un leve extrañamiento, por lo insólito de la imagen.

A veces, los traductores de poesía no desean incluir la versión original para fomentar la comprensión de su versión como pieza autónoma, cosa que tiene mucha lógica. No obstante creo que disponer de la versión original hace este objetivo más viable. Al valorar las decisiones que el traductor ha tomado y razonar su motivación, se valora mucho más su pericia y las diferencias y valor añadido que la traducción aporta y que la hacen digna merecedora de la consideración de pieza autónoma.

M.

12:42 a. m.  

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